Opinión
Ver día anteriorViernes 26 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Cómo (finalmente) llegué a amar a Svetlana Aleksiévich
D

icho lo anterior (véase la parte I: La Jornada, 12/8/16), a pesar de algunas limitaciones de su narrativa, de lo problemático de sus diferentes denuncias y condenas, e incluso de sus sabidurías que oscilan entre kitsch (lo emotivo y rápidamente reconocible que sólo busca la popularidad) y reaccionismo –aquí va, oldie but goodie: Muchos creyeron que el comunismo está muerto, pero es una enfermedad crónica (¡sic!) ( El Diario, 13/10/13)–, finalmente pasó algo que me hizo enamorarme de la autora de La guerra no tiene rostro de mujer.

No fue amor a primera vista, pero fue igualmente instantáneo.

No quiero pensar que soy fácil, pero sinceramente me bastó una frase. A mitades de junio en un encuentro con los lectores en Nueva York la escritora y periodista bielorrusa dijo que de todos, los que peor trataban a los judíos durante la Segunda Guerra eran los polacos.

Mejor va la oración completa: “Los colaboradores en Bielorrusia, todos ellos eran de Ucrania. Diré más: no sólo en Lituania o Letonia se aniquilaba a los judíos aun antes de que llegaran los alemanes. Eso pasaba también en Ucrania. Pero los que se portaban peor con los judíos eran los polacos. Los curas en la misa decían directamente: ‘¡Mata a un judío!’” ( Gazeta Wyborcza, 4/7/16).

En Polonia cayó como una bomba (un raro momento en que uno está contento de ver su país bombardeado).

Las élites conservadoras que antes aplaudían a Bielorrusa por su antisovietismo y antiputinismo estaban desconcertadas y sacadas de su confort martirológico (los polacos, eternas víctimas incapaces de hacerle mal a nadie).

El gobierno del ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS) calificó sus palabras de dañinas a la Nación Polaca (con mayúsculas...) y recordó que a pesar de la pena de muerte, muchos polacos, incluidos varios sacerdotes heroicos, rescataban a los judíos ( Ibíd.).

Más tarde, en una entrevista, Aleksiévich repitió sus palabras. Refiriéndose a trabajos de J. T. Gross –un reconocido historiador polaco-judío– subrayó que él identifica 128 poblados donde los polacos, solos o con los nazis, hicieron pogromos de los judíos, y ofrece pruebas irrefutables de que la responsabilidad era también de los polacos, pagados con vodka, pan o azúcar. Nadie niega la culpa de los alemanes, pero desgraciadamente tenían muchos ayudantes voluntarios en la población local.

Al preguntarle por qué –“ya que sus libros destacan por su ‘polifonía’”– no habló de la otra parte de la historia –de la gente que ayudaba a los judíos durante la ocupación– explicó que contestaba a una pregunta concreta sobre la coparticipación de los lituanos, letones, ucranios y polacos en el Holocausto, y en cuanto al papel de la Iglesia añadió: Gross demuestra que los curas no paraban estos ataques sangrientos. Cuando yo escribía mis libros, viajaba mucho por Bielorrusia. Lo mismo escuché de los habitantes del oeste del país [antes parte de Polonia] ( Rzeczpospolita, 10/7/16). ¿Los curas como el faro del antisemitismo polaco?

Veamos sólo un pequeño –y deleitoso– detalle: I. Krzeminski, un destacado sociólogo, constató una vez que la ubicación de pogromos durante la guerra correspondía con fronteras diocesanas; allí donde un obispo condenaba la judeofobia, no había o había pocos pogromos; allí donde hubo otro que la alentaba, abundaban.

Aun con inexactitud (los colaboradores nazis en Bielorrusia no eran todos ucranios: también había bielorrusos en la SS y otras formaciones auxiliares involucrados en el Holocausto) y una debatible apreciación (los polacos eran los peores, que para mí es una necesaria exageración justificada...), Svetlana Aleksiévich finalmente dijo algo incómodo.

Incluso subversivo, en la medida en que el pasado vergonzoso arroja una luz al presente desagradable.

Lo mismo hizo el año pasado Gross, cuando lanzó su propia bomba revelando que, en cifras absolutas, durante la guerra los polacos mataron a más polacos judíos, que a... los alemanes invasores (¡sic!) y que la actual xenofobia polaca hacia los refugiados tiene sus raíces en el antisemitismo y en la coparticipación en el Holocausto, tema que realmente nunca fue trabajado ( Project Syndicate, 13/9/15).

De allí la importancia de las siguientes palabras de Aleksiévich:

“...justo cuando en Ucrania y en los países bálticos la ‘historia no trabajada’ abre la puerta a la rehabilitación y la apología de los ‘judeocidas’ y colaboradores nazis (cuyos herederos son hoy la ‘punta de lanza’ de la OTAN contra Rusia).

“...justo cuando en Polonia los nacionalistas de entreguerras virulentamente antisemitas (ND, ONR) y partisanos anticomunistas de posguerra que mataban judíos, aun después de 1945, son presentados como role models del patriotismo.

“...justo cuando la ultraderecha polaca confirma el verdadero significado del ‘antisemitismo’, pasando fluidamente del odio a los judíos al odio a los árabes (y ejemplifica una importante mutación sistémica: el paso de judeofobia a islamofobia).

“...justo cuando el líder del partido gobernante (PiS) orquesta una campaña contra los refugiados sirios al son del clásico leitmotiv antisemita de que ‘son portadores de enfermedades contagiosas’.

“...y justo cuando la ‘historia’ y la ‘memoria’ están siendo rescritas y remodeladas según las necesidades y a semejanza de sus falsificadores ultranacionalistas”.

Un buen ejemplo de esto es el pogromo en Kielce (4/7/46), en el que –después de la guerra (¡sic!)– los polacos mataron a 37 polaco-judíos y de repente, según la ministra de educación, (ya) no se sabe bien quién lo hizo: tal vez fueron antisemitas, seguramente no polacos..., como si lo primero fuera una nacionalidad (TVN 24, 13/7/16).

O el pogromo en Jedwabne (10/7/41) –véase: Gross, Los vecinos, 2001, 256 pp.–, en el que los polacos quemaron vivos a más de 300 de sus vecinos judíos y que, según la misma ministra, (ya) tampoco se sabe bien quién lo hizo ( Ibíd.), o, según el jefe del Instituto de Memoria Nacional (IPN), fueron los alemanes (Wprost, 20/7/16).

No digo que una sola declaración de la premio Nobel vale más que sus libros, pero su tema, contexto y timing le dan un aguijón crítico difícil de encontrar allí. Por eso la amé y pido más.

*Periodista polaco

Twitter: @periodistapl