a vejez es inevitable; lo que sí es evitable es no tener políticas públicas que atiendan este asunto de manera eficaz. La pirámide poblacional de México, que hace pocos años se mostraba con una base muy amplia porque había una mayoría joven, ha mostrado cambios notables, pues hoy día empieza a ser panzona
, ya que hay menos jóvenes, más adultos y muchos más viejos que hace 40-50 años. De hecho, se calcula que para el año 2030 habrá alrededor de 30-35 millones de adultos mayores en nuestro país. Desde luego, esta predicción podría convertirse en un enorme problema, de gran costo social y económico para el Estado mexicano, si no se enfocan estrategias orientadas a modificar las que imperan hoy día. Gran parte de la población de adultos mayores padecen enfermedades crónico-degenerativas, cuyo tratamiento sale muy caro. De hecho, no sólo los costos económicos aumentan, sino que, por la edad, esa población disminuye su actividad y sus ingresos, y esto podría conducir a una severa crisis. Si consideramos que de 1990 a 2010 la esperanza de vida ha aumentado de 75 a 78 años para las mujeres y de 68 a 73 años para los hombres, se puede deducir que la población económicamente dependiente ha aumentado en forma importante, ya que la edad de jubilación, que es de 65 años en muchos lugares y empresas, hace que haya una gran población (y cada vez mayor) que subsiste con ingresos más magros y, además, muchos de ellos con problemas importantes de salud.
Por estas y muchas otras razones, es importante que el país tenga un Centro de Investigación sobre Envejecimiento. Aquí es importante diferenciar esta investigación de la gerontología. Esta última disciplina se ha involucrado tradicionalmente hacia el estudio de la vejez, haciendo esfuerzos en ayudar a personas mayores a mantener sus funciones, mientras la investigación del envejecimiento se centra en tratar de discernir los procesos intrínsecos que causan la pérdida de dichas funciones a lo largo del tiempo y en el comienzo de las diferentes etapas de las enfermedades crónicas. Una intervención efectiva en el proceso de envejecimiento podría extender la esperanza de vida y, más importante, prevenir el inicio de enfermedades de índole crónica.
Desde hace varios meses, la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la CDMX (Seciti) está en el proceso de desarrollar un Centro de Investigación sobre Envejecimiento, y en dicho espacio se pretende centrar esfuerzos en entender la biología del envejecimiento. Aquí se pretende desarrollar lo que llamaríamos la gerociencia, la cual buscaría entender por qué el envejecimiento conduce a la enfermedad y al declive funcional y, entre otras cosas, buscar entender mejor cómo prevenirlo. Desde luego, y de manera muy puntual, el centro tendría la mitad de sus esfuerzos orientados a los aspectos sociales del problema y a procurar desarrollar estrategias que pudieran otorgarle a la CDMX (y al resto del país) las recomendaciones, pautas o estrategias que se requieren para que los adultos mayores tengan las mejores condiciones de vida posible. Se trataría de determinar qué se requiere hacer con la población de mediana edad para que lleguen sanos a la tercera edad.
La visión para este centro es que se componga de profesionales con un interés principal en la gerociencia, con orientación hacia la ciencia básica (biología del envejecimiento), pero también expertos en áreas como la medicina regenerativa, las patologías ligadas a la edad y la nutrición, y en paralelo la búsqueda de estrategias sociales que mejor enfrenten la problemática del envejecimiento. Cabe señalar que la Seciti ya tiene el espacio físico para el centro; también cuenta con el proyecto arquitectónico, está en proceso el plan ejecutivo y los recursos para su construcción ya existen a través de los Fondos Mixtos con el Conacyt. Si todo camina como hasta ahora, pronto la CDMX contará con su Centro de Investigación sobre Envejecimiento y se podrán desarrollar cosas muy interesantes y útiles para enfrentar este gran problema nacional.