n una reunión cuya finalidad era analizar el futuro de la Unión Europea (UE) tras la salida de Gran Bretaña (Brexit), a consecuencia del referendo realizado en ese país insular el pasado 23 de junio, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés François Hollande, y el primer ministro de Italia Matteo Renzi, pasaron revista a los desafíos que enfrenta la alicaída comunidad de naciones, sobre todo en los ámbitos de la economía, la seguridad y la crisis humana, ocasionada por la oleada de refugiados procedentes de Medio Oriente y Asia central. Asimismo, los gobernantes intentaron insuflar nuevo aliento a la UE en vísperas del encuentro cumbre previsto para el próximo 16 de septiembre en Bratislava, Eslovaquia, la primera de ese nivel que habrá de realizarse tras el Brexit.
Como era de esperarse, tras la reunión de trabajo, realizada a bordo del portaviones italiano Garibaldi, Renzi puso el acento en el desempleo y el insatisfactorio ritmo de crecimiento; Merkel, en la necesidad de idear mecanismos conjuntos de acogida a los refugiados y en mejorar la seguridad de nuestras fronteras
, y Hollande abogó por mejor coordinación, más medios y más recursos para el sector de defensa
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Más allá de los propósitos de los tres gobernantes, es claro que tras la salida de Gran Bretaña persisten percepciones divergentes entre los estados integrantes de la unión y no será fácil conciliar un orden de prioridades comunes en la cumbre de Bratislava.
En tanto, al cumplir dos meses el referendo del adiós británico, se hace evidente que éste no ha afectado en profundidad el funcionamiento europeo en los ámbitos de la seguridad, las finanzas y la migración. En el primero no hay variación, pues Londres y el resto de los países europeos prosiguen su colaboración rutinaria en el marco de la Organización para el Tratado de la Alianza Atlántica (OTAN); en el segundo, el gobierno británico no abandonó la eurozona por la simple razón de que nunca formó parte de ella y optó, en su momento, por conservar su moneda nacional. Otro tanto puede decirse de la política de fronteras: Gran Bretaña rehusó formar parte del llamado espacio Schengen
y éste, por tanto, no experimentó afectación alguna en su manera de operar.
Las consecuencias negativas del Brexit son una amenaza, en cambio, para trabajadores y estudiantes, migrantes internos de Europa para los cuales se pronostica un futuro difícil, debido a la pérdida de vigencia de los diversos acuerdos laborales y académicos entre las islas británicas y el continente.
La UE, amenazada por la violencia fundamentalista que sus gobiernos contribuyeron a gestar, por la mediocridad de su crecimiento económico y por una crisis de refugiados que le devuelve en espejo muchas décadas de políticas colonialistas en Medio Oriente, Asia y África, tiene pocos elementos para impulsar el optimismo sobre su futuro. Y la salida británica no ha hecho más que acentuar y evidenciar esa sensación de desaliento.