Con una serie de reportes médicos colmados de datos técnicos, Tanya Müller, titular de la Secretaría de Medio Ambiente en la capital, dijo a diputados locales que la muerte del gorila Bantú no se debió a una sobredosis de fármacos para su inmovilización, cuando las autoridades del zoológico de Chapultepec se disponían a trasladarlo a Guadalajara con fines reproductivos, sino a una cardiopatía y otras afectaciones.

Los reportes que dio a conocer, a más de un mes de la muerte del simio, fueron emitidos, entre otros, por un grupo de consultores, con base en aspectos veterinarios de la población de gorilas de la organización Plan de Supervivencia de las Especies (SSP, por sus siglas en inglés) de Norteamérica.

De acuerdo con la opinión de este grupo, “a partir de las dosis totales usadas, Bantú sufrió depresión respiratoria y cardiaca y los intentos de resucitación no fueron exitosos, al grado de que hallazgos anormales observados en el examen posmortem, los cuales incluyeron enfermedad cardiaca avanzada, indican que este animal tenía serios problemas de salud”.

En otra parte de su reporte añade que “al momento de su fallecimiento, Bantú no había sido inmovilizado para un examen médico en seis años y nunca se le practicó un examen ecocardiográfico”.