El filme peruano indaga en la dramática confrontación de 2009
Miércoles 17 de agosto de 2016, p. a14
La sangrienta confrontación ocurrió en un paraje remoto de espesa vegetación llamado la Curva del Diablo, donde los Andes se encuentran con la selva amazónica. Como un amargo punto de inflexión en el Perú moderno, se le conoció como el Baguazo, por su cercanía al pueblo de Bagua.
Antes del enfrentamiento del 5 de junio de 2009, miles de nativos armados con lanzas, algunos con el rostro embadurnado con pintura de guerra, se habían congregado para defender el bosque tropical contra lo que consideraban una rapaz toma de tierra a manos de trasnacionales sin alma.
Cuando todo terminó, 33 hombres estaban muertos. Un tercio eran manifestantes que bloquearon la autopista principal en la Curva del Diablo por semanas. El resto eran policías, hombres que tenían mucho más en común con sus asesinos que con los ministros de la capital costera de Lima que los habían despachado.
El documental peruano El choque de dos mundos, que se estrena en Nueva York el próximo mes y en Perú en octubre, narra con apasionante urgencia la verdadera tragedia shakesperiana del Baguazo, historia que aún no ha terminado.
Los grandes protagonistas son el líder indígena Alberto Pizango, a quien los cineastas siguen de cerca, y Alan García, el presumido y jactancioso presidente de entonces, cuyo desdén abierto hacia los nativos les facilita a los realizadores pintarlo como el villano.
El filme, que este año ganó premios como el World Cinema Documentary al mejor primer largometraje en Sundance, fue dirigido por Heidi Brandenburg y Mathew Orzel, ambos de 35 años. Abunda en imágenes gráficas y dramáticas que los cineastas filmaron y recolectaron en repetidos viajes a la jungla, junto con la productora Taira Akbar, de 33 años.
Choque inevitable entre enemigos implacables
El resultado es un drama vertiginoso: nativos indignados se movilizan en el interior; legisladores de oposición en Lima auguran un desastre luego que la mayoría pro García bloquea el debate para reconsiderar decretos legislativos que los indígenas rechazan como una usurpación de su tierra comunal para la extracción de petróleo, gas y madera.
García rechaza implacable la demanda de los manifestantes de revocar los decretos cuestionados. Afirma que los indígenas no son ciudadanos de primera clase
en varios sermones que se perciben como racistas.
La desvergonzada indiferencia de García hacia la voluntad de los habitantes de la selva amazónica manchó de sangre las manos de su gobierno, le dicen. Su primer ministro renuncia. Los polémicos decretos son revocados.
Los cineastas se interesaron en el destino de la selva en 2007, dijo Brandenburg, cuando vieron un mapa revelador de las concesiones de petróleo y minerales que cubría la Amazonía peruana.
Hoy, grupos indígenas de Perú siguen recelosos de las industrias extractoras y con buenas razones. Proyectos de extracción de petróleo, gas, palma africana y madera han seguido adelante –con o sin decreto– y las rupturas periódicas de oleoductos derraman de crudo en el Amazonas.
Así, la saga del Baguazo no ha llegado a su fin.