El legado de Bernardo Provenzano
a historia de su vida la hubiera querido llevar al cine Francis Ford Coppola. Pero todavía hay la posibilidad de que lo hagan Martin Scorsese o Giuseppe Tornatore. Para eso y mucho más da Bernardo Provenzano, uno de los jefes de la Cosa Nostra siciliana, fallecido recientemente en un hospital de Milán, donde estuvo internado dos años por un coma profundo. Arrestado por la policía italiana en abril de 2006, lo condenaron a cadena perpetua. Antes de ir a prisión, permaneció prófugo 43 años mientras organizaba la actividad de la mafia y ordenaba centenares de asesinatos.
El que figura como uno de los mayores criminales de la historia de Italia fue conocido en los ambientes mafiosos como Zio Binu (Tío Bernardo) o U tratturi (el Tractor). Y junto a su antecesor en el cargo, Salvatore Toto Rinna, desencadenó en los años 80 del siglo pasado una guerra contra el Estado italiano y los clanes rivales. Aquella terrible época acabó con la vida de decenas de policías y funcionarios y culminó en 1992 con el asesinato de los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, símbolos de la lucha contra el crimen organizado.
Provenzano nació en 1933 en Corleone, nido de otros sanguinarios capos de la Cosa Nostra, y pueblo que Coppola inmortalizó en su saga El Padrino. Además, convirtió el lugar en atracción turística. Lo que hace diferente a este capo de los demás fue que lo arrestaron luego de 43 años de búsqueda por la policía, escondido en una granja a poca distancia de la residencia de sus familiares. Estuvo protegido por la omertà, el pacto de silencio de quien sabe pero calla.
Su identidad era un misterio para el gobierno, que apenas tenía de él una vieja foto en blanco y negro. Su voz nunca la registraron las numerosas escuchas telefónicas que las autoridades establecieron por décadas para seguir los pasos de los integrantes de la mafia. Se comunicaba con sus colaboradores por medio de pequeños trozos de papel (pizzini), donde redactaba sus órdenes con una antigua máquina de escribir. Hasta se dio la libertad de viajar en 2005 a Francia por cuestiones médicas, burlando los controles de la policía.
Lo que aún se desconoce es si Provenzano reinó desde 1992 en Sicilia gracias a un pacto con el gobierno italiano por medio del cual mantendría su poder mafioso sin recurrir a los atentados y los asesinatos de policías y jueces. Gobernando pacíficamente, casi sin existir, a cambio de beneficios penales para sus más cercanos colaboradores.
En cambio, cada vez se conocen más los nexos que la organización criminal que dirigía Zio Binu tuvo con funcionarios, políticos, la Iglesia, banqueros, policías y empresarios. Y que hoy otras conservan y perfeccionan sin dejar tanta huella de muerte y violencia. No como en México.