stas son algunas de las preguntas que acosan a los partidarios de la izquierda en cada coyuntura histórica. Todas ellas se derivan de otra gran pregunta histórica de la Europa revolucionaria del siglo XX; qué hacer, que acentuada, admite también el modo imperativo que señala determinado camino o tarea. En los puntos de inflexión social, cuando la coyuntura se abre y las fuerzas sociales se desplazan en ese espacio buscando reacomodarse, la perspectiva del cambio y la oportunidad de lograrlo reviven el debate sobre cuáles son las tareas prioritarias. En ese preciso momento nos encontramos. Este momento puede caracterizarse por el lento pero visible desprendimiento de las fuerzas de derecha que sostienen al régimen priísta y sus principales proyectos de reformas estructurales fracasadas, y por la emergencia de un descontento social que asoma cada vez más la cabeza y apunta sus baterías hacia la estructura política del sistema. Nada de esto estaría ocurriendo tan aceleradamente sin la heroica resistencia de los maestros, resistencia que ha logrado concentrar bajo sus banderas a una buena porción de sectores sociales. Sin embargo, la presencia de los demás movimientos populares es necesaria para disminuir la tensión y la presión que el gobierno está ejerciendo sobre el movimiento magisterial. En efecto, el objetivo de echar abajo el fraude denominado reforma educativa no puede quedar solamente en los hombros de las y los docentes en resistencia. Se hace necesario que actores con poder de convocatoria les presten solidaridad y apoyo efectivo, no solamente declarativo. Desafortunadamente en el contexto nacional la izquierda se ve desarticulada, y aunque ahora mismo existen alrededor de 300 movimientos regionales de carácter social actuando a lo largo y ancho del país, están igualmente desarticulados unos de otros y ninguno con la capacidad suficiente para convocar a la formación de una coalición que pudiera abrir la perspectiva del triunfo y evitar el sufrimiento del pueblo que a fin de cuentas es quien padece las represiones. Los dos movimientos significativos en el panorama nacional, el Frente Zapatista de Chiapas y el Morena de AMLO, aunque tienen infraestructura y cuadros activos para desempeñar las tareas que una convocatoria de esta naturaleza supone, no dan muestras de querer asumir el reto de llamar a los contingentes que se manifiestan por toda la República. Estos dos movimientos, uno plenamente social y el otro de carácter electoral han manifestado sus simpatías por la lucha magisterial. Pero en el caso de Andrés Manuel, dirigente de Morena, sus últimas declaraciones son tan desafortunadas que han hecho repetir a muchos profesores aquella frase de no me ayudes compadre. Pero además de diferencias ideológicas y de estrategia, el caso de los dirigentes de estos movimientos consiste en que ninguno de los dos traga al otro, de tal manera que pensar en que puedan representar conjuntamente algún papel en una convocatoria como la que se necesita sería darle tiempo de sobra al ocio.
Así que si en el panorama nacional no hay quien pueda tomar la estafeta para coordinar una acción que traiga nuevas fuerzas a la causa magisterial y enfile hacia un cambio de la realidad nacional, en el escenario solamente quedan el propio movimiento magisterial y los padres de los estudiantes de Ayotzinapa. A estas alturas del partido ambos movimientos –que no han dejado de apoyarse mutuamente– han adquirido la autoridad moral suficiente para poner sobre la mesa una convocatoria selectiva que busque dar rumbo al descontento y a las ganas que se palpan a flor de piel en el pueblo de aplicar una voltereta a la situación que crearon los gobiernos neoliberales por más de 30 años. Una iniciativa con estas condiciones democráticas deja por fuera también las tentaciones caudillistas y autoritarias que tanto mal han hecho a los movimientos populares, sean estrictamente sociales o electorales. No importa si al principio los agrupados no son numerosos, la inercia de este primer paso atraerá a quienes vayan teniendo noticia de que hay un instrumento de cohesión.
La respuesta al cómo la ha dado la sociedad mexicana al transitar por una vía pacífica, pero la respuesta más concreta, válida para el momento actual, la han proporcionado los presidentes municipales oaxaqueños al considerar que es posible unificar en un solo pliego las demandas ancestrales de justicia de los mexicanos. ¿Entenderá la CNTE, y con ella las demás corrientes magisteriales, que ha llegado la hora de ampliar sus horizontes? ¿Entenderán que el momento actual exige de ellos y ellas el despliegue de una real política de diplomacia (verle la cara a los otros, platicar, convencer, convertirlos en aliados) para atraer a quienes esperan que se les señale el rumbo? Componentes como la clase media golpeada en sus expectativas económicas solamente entrarán a la contienda cuando perciban un rumbo claro y una fuerza efectiva.
Por eso las condiciones actuales son las más propicias para crecer y agrupar contingentes y fuerzas. De otra manera la trampa burocrática, los caminos de ir y venir de Bucareli al Congreso y viceversa, resultarán en un tedioso desenlace que no será nada bueno para el esfuerzo de miles de mexicanos que le han apostado a la democracia. Hoy hay una tendencia mayoritaria de opinión en el pueblo mexicano a favor de la lucha de los maestros. Quien piense en términos futbolísticos como lo hace AMLO al insinuar que las cosas pueden resolverse con un empate, ha perdido la brújula política del acontecer nacional. En realidad, en ninguna contienda hay manera de vencer sin la derrota del enemigo. Esto lo tienen muy claro los cancerberos del sistema.