El Museo Regional de Antropología aloja Máscaras mexicanas: simbolismos velados
La muestra reúne 127 piezas hechas con piedras preciosas, jade y ónix
Nos acerca a un país diverso, contrastante y sonoro; vivo, incluso entre sus muertos
, dice la directora del recinto
Sábado 2 de julio de 2016, p. 3
Mérida, Yuc.
Escondido el verdadero yo, la transformación comienza. Se pasa de un plano terrenal a uno espiritual, ancestral o celestial, acaso infernal.
Múltiples personalidades florecen cuando los rostros se ocultan detrás de las máscaras: espectros de África, dioses mesoamericanos, demonios virreinales o uno mismo surgen en el Palacio Cantón, de Mérida, sede del Museo Regional de Antropología, que aloja la exposición Máscaras mexicanas: simbolismos velados.
Desde los primeros registros de la historia, el ser humano ha escondido el rostro detrás de la máscara. Sucede por igual en cualquier parte del mundo; en África negra, Mesoamérica precolombina o la Venecia carnavalesca del Renacimiento.
En la muestra, auspiciada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esa metamorfosis del ser ocurre por igual con mayas, olmecas o zapotecas. También aparecen las culturas africanas de Zaire, Angola y Nigeria, o del Amazonas venezolano, con máscaras que son utilizadas en rituales de fertilidad o para que llueva.
La máscara engaña. Detrás de ella esconde un significado más profundo del que se podría pensar. De Mozambique, un vientre embarazado de los makondes se burla. Se piensa que es para un rito de iniciación, en el que las mujeres pasan de la niñez a la adultez, después de su primera menstruación. Significaría fertilidad. Equivocado.
Sí, es el cambio entre etapas de la vida, pero se trata de los hombres, que son enviados a la selva a transformarse. El engaño se incrementa, un bluf africano. A su retorno, no son los jóvenes quienes utilizan la máscara ventral, son los ancianos.
La apuesta africana crece aún más, engaña al colonizador. Para los europeos que esclavizaron a los habitantes del área subsahariana, el negro significa la muerte. En Yambe, Congo, el blanco representa la parca. Una máscara oculta significados, en la superficie refleja el ciclo de la vida y los ritos fúnebres, pero debajo de ella se descubre el racismo y el enfrentamiento entre dos continentes distintos.
El Palacio Cantón recibe 127 piezas, con la curaduría de Sofía Martínez del Campo, que se expusieron en la Galería del Palacio Nacional.
La directora del Museo Regional de Antropología, Giovana Jaspersen, considera que la exposición nos acerca a un México diverso, contrastante y sonoro: un México vivo, incluso entre sus muertos
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Conversión al cristianismo
Ese México vivo se presenta en el ritual del Xipe-Tótec, que varios pueblos mesoamericanos practicaban. Un joven elegido era encumbrado por una semana con un festín de mujeres y comida. Pero después su piel era pelada y él sacrificado. El sacerdote se colocaba la piel humana sobre él, como una máscara que recubre el cuerpo; todo como parte de un rito de fertilidad, explica la curadora del Palacio Cantón, Ana Méndez Petterson.
La conversión de los pueblos precolombinos al cristianismo se desarrolló en el contexto de las máscaras también. En la Nueva España virreinal, los elementos de los pueblos mesoamericanos fueron adaptados en las vestimentas de las celebraciones; un látigo es la representación de la serpiente, y su sonido se convierte en el trueno, ambos venerados por las culturas de América.
De Yucatán, además de las decenas de máscaras creadas por los mayas, mortuorias o zoomorfas, con rasgos de jaguares y serpientes, la Danza de Abraham e Isaac está presente. Los dos personajes bíblicos son parte de una fiesta en la Nochebuena, en 14 comunidades del oriente del estado, como Dzinup.
Los elementos en las máscaras son esenciales para su construcción. En las más antiguas, se encuentran los tradicionales, que van desde la madera hasta las piedras preciosas, como jade y ónix.
En el virreinato, un chinelo viejo, un hombre que se mofa de los ricos europeos de la época en la Nueva España, se creó a partir de cera y pelo humano. O un comanche del estado de Hidalgo, que representa a los chichimecas, en el que las corcholatas de refrescos y cervezas, como Coca Cola, Fanta, Victoria y Corona son aplastadas por un ciego, que con la venta de ellas subsiste y las personas crean el traje en el que se envuelven, como si fuese una cota de malla medievo-publicitario.
Las máscaras también pueden fungir de reflejo de uno mismo y una nación. Más allá de los carnavales y las fiestas patronales, Pedro Lasch decidió montar la exposición Espectro indígena/ espejo negro.
Con máscaras de los pueblos originarios colocadas frente a un espejo negro, uno se observa a sí mismo y a quienes lo precedieron. En el fondo, los personajes emblemáticos de México se muestran. Ahí están Marcos, La India María, Pedro Infante, Cantinflas y Cuauhtémoc. Tres momentos se suspenden en el tiempo, para que el contemporáneo recorra sus orígenes y la cultura del país, mientras se reflexiona sobre el papel de uno en la sociedad actual.
En la exposición del Palacio Cantón, que concluirá en noviembre, se revelan secretos, mentiras y verdades de México, el mundo y el individuo. ¡Fuera máscaras!