Meditar las pérdidas
scribe Maricarmen Labansat, quien perdiera a su único hijo varón hace poco más de un año, para compartir: “¿Sabes que cuando lloras a tus muertos lloras por ti y no por ellos? Lloras porque los perdiste y ya no están a tu lado, porque si todo concluye con la muerte tus muertos ya no están ni para sufrir por haber muerto y si la vida continúa más allá de la muerte, ¿por qué apenarte por tus muertos? Cuando hayas aceptado que tus muertos se murieron dejarás de padecerlos y los recuperarás en el recuerdo, acompañándose con la alegría de lo vivido.
“Si dices que sin tus muertos no puedes seguir viviendo, no es porque los amabas tanto, sino por cuánto los necesitabas, y no es lo mismo amar que necesitar. Si lo aceptas así, tal vez descubras que tu vida consiste en ser tu vida y no la de otros. No frenes tus lágrimas cuando lleguen ni fuerces el llanto cuando se aleja; no dejes de llorar porque lo reprueben ni te obligues a hacerlo por el qué dirán. Respeta tu dolor y tu manera de expresarlo.
“No te mueras con tus muertos, déjalos partir como parten las golondrinas en otoño, para anidar en otros climas y volver más numerosas y crecidas en otra primavera. Las lágrimas que ocultas, el dolor que escondes y la protesta que callas no desaparecen. Permanecen al acecho del momento en que puedan estallar, y es mejor que lo vivas todo en su tiempo y en su hora. Las perso-nas guardan buena cantidad de culpas para reprocharse ante sus muertos. No lo hagas, tus muertos no ganan nada con tus insomnios de remordimiento. Ámalos ahora y aquí, recuérdalos con amor y muy probablemente ganen algo, un renacimiento. Tú y yo sólo vemos una cara de la muerte; la del otro lado se nos escapa.
“Si desde el vientre de tu madre hubieras visto nacer un hermano creo que lo habrías llorado como a un muerto, hasta nacer tú y rencontrarlo. ¿Qué sentirías si vieras a la muerte como otro nacimiento? Tus muertos no están en el cementerio. Nunca estuvieron ahí, salvo cuando estaban vivos. Si me preguntas dónde están no puedo responder por ti. Yo sé dónde están ‘para mí’ los míos. Pregúntate tú mismo dónde crees que están ‘para ti’ los tuyos.
El cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas. Ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas sembradas; regresa al campo a la hora de cosechar espigas. No te mueras con tus muertos, honra su memoria honrando tu existencia y abriendo bien los ojos.