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¿Fin de la migración cero?
D

e acuerdo con el estudio del BBVA que analiza las estadísticas de la Current Population Survey de Estados Unidos, el volumen de migrantes mexicanos en ese país creció hasta llegar a 12.2 millones, siendo ésta la mayor cifra que se ha observado en las estimaciones anuales de la encuesta. Es importante recordar que la crisis de 2007-2008 produjo una disminución del número de migrantes hacia Estados Unidos, y llegó a hablarse de que México estaba ante una nueva era que podía denominarse de migración cero, en el sentido de que el número de esas personas en Estados Unidos se había estabilizado y se mantenía al mismo nivel, tanto los que emigraban como los que retornaban. Algunos argumentos que sostenían esa visión destacaban cambios económicos importantes en México; por otro lado, la transición demográfica era un factor de peso al reducirse la tasa de fertilidad (2.2 hijos por mujer), el sector educativo incorporaba más jóvenes, aumento de los salarios reales disminuyendo la brecha con los de Estados Unidos, etcétera. Nosotros sostuvimos que la reducción de la migración era temporal y que la tendencia se revertiría en el momento en que Estados Unidos superara la crisis y el desempleo disminuyera. Esto si México seguía sin ofrecer alternativas dignas a sus trabajadores para quedarse en el país. La realidad es que el proyecto nacional es altamente generador de migrantes.

La crisis en Estados Unidos, país que absorbe a cerca de 90 por ciento de la población mexicana migrante, vivió desde 2008 una alta tasa de desempleo (10.6 por ciento) y se vieron afectados los sectores que en forma masiva habían incorporado migrantes indocumentados: construcción, servicios y las industrias de la carne y del pollo. Se generó una terrible reacción antinmigrante, como sucede siempre en las crisis, pues es la salida fácil para desviar la atención del sistema, el verdadero responsable, y las deportaciones alcanzaron niveles nunca vistos. Ante esta coyuntura, la reacción de los migrantes potenciales en México fue restringir sus movimientos hacia el norte, pues no era lógico arriesgarse, no sólo al desempleo en el país vecino, sino a una travesía por México de altísima peligrosidad. Esos migrantes potenciales se mantuvieron en el país, en espera de cambios.

El cambio llegó, no en México, sino en Estados Unidos, que vive una clara recuperación y, si bien con altibajos, la tasa de desempleo se ha reducido en forma sustancial (5.1 por ciento), sobre todo en aquellos sectores que son trabajados mayormente por mexicanos migrantes. Por tanto, podrían esperarse incrementos en los flujos migratorios. Si bien es pronto para dar certeza sobre los montos de esta tendencia, lo que importa aquí, más que su número, es comprender que los mercados laborales internacionales, que determinan en gran medida las cantidades y características de los migrantes, en estos momentos requieren trabajadores altamente calificados, de tal forma que se genera una suerte de selectividad migratoria. Esto se debe a que los países receptores, en este caso Estados Unidos, están profundizando en la llamada economía del conocimiento, que supone generación creciente de innovación, nuevas tecnologías, desarrollo de la nanotecnología, etcétera. Sin embargo, enfrentan enormes dificultades demográficas; tan es así que algunos autores han denominado a esta nueva fase de la transición demográfica decrecimiento natural. Esto quiere decir que hay más cantidad de decesos que de nacimientos, situación bastante novedosa. Por tanto, se reduce el crecimiento de la población natural y afecta gravemente al mercado laboral, con lo cual, entre otras cosas se incrementa la tasa de dependencia. Es decir, hay muchas más personas inactivas (menores de 15 años y mayores de 60) que en cierta forma se sostienen de los impuestos de la población empleada, que cada vez es más reducida. Todo ello con consecuencias para mantener los niveles de beneficios sociales de esas poblaciones, así como para mantener los proyectos de desarrollo. ¿Cuál puede ser la solución a un problema demográfico de tales magnitudes? Fácil adivinarlo, los migrantes.

Hay ejemplos dramáticos, como el de Japón, que tiene una tasa de fertilidad de 1.4 hijos por mujer, y si quiere mantener el nivel de su población económicamente activa de 1995 necesita recibir 33.5 millones de migrantes entre 2005-2050. Los mismos problemas enfrentan una parte importante de los países de Europa Occidental. Sin embargo, habría que señalar que en Estados Unidos, la tasa de fertilidad se encuentra en 2.01 hijos por mujer, y si no ha descendido en forma tan dramática, es justamente porque se han incorporado mujeres migrantes en edad fértil. Es decir que la migración, guste o no a algunos personajes o a las poblaciones de algunos países, tendrán que enfrentar el hecho de que su bienestar pasa por aceptar que los migrantes a gran escala son su posibilidad de bienestar.

Por ahora México sigue siendo un país de jóvenes. Tiene un importante bono demográfico que es una herramienta fundamental para desarrollar el país, pero que se ha convertido en el primer exportador de América Latina y el sexto a escala mundial de migración altamente calificada con más de un millón de mexicanos en el exterior (Quadratín). Por tanto, la pregunta a debatir no es el tamaño de los flujos, sino ¿el país seguirá perdiendo esa riqueza exportándolo para beneficio de otros países? O ¿se va propiciar un nuevo proyecto nacional que favorezca el desarrollo y con ello la incorporación de los trabajadores en un marco de trabajo decente, digno y de esta forma lograr que la migración no sea una necesidad, sino una opción?