n estos días tuve una experiencia particularmente interesante, que quiero compartir, sobre todo con mis colegas escritores o con los lectores interesados en cuestiones gramaticales de nuestro idioma. Sucedió que me tuve que enfrentar en directo a las nuevas reglas ortográficas del español según la Real Academia de la Lengua Española, y no acabo de reponerme.
Recibí las últimas galeradas de un libro mío que está en prensa en Barcelona y, para mi asombro, me encontré con mis pronombres demostrativos, éste, ése y aquél, con sus femeninos y plurales, ¡sin acentuar! Tras apenas unas páginas leídas, a vuelta de correo fue lo primero que pedí al editor que se corrigiera, y a vuelta de correo el editor me recordó que, desde 2010, la editorial aplicaba las nuevas reglas ortográficas del español. Bajé la cabeza y me recriminé no conocer a fondo, como debiera, dichas innovaciones, que, en papel, la RAE llama recomendaciones. A lo largo de las galeras me topé con otras modalidades de las reglas aplicadas a mi texto. Guion, por ejemplo, que ya tampoco se acentúa, o con solo, que mucho menos, así la frase presente ambigüedad. Solo, de soledad, o solo, de únicamente, pasaron a ser la misma palabra, en ningún caso acentuada.
Ya me había enfrentado, al revisar otros libros míos antes de publicarse aquí, en México, al nuevo uso de los extranjerismos o latinismos en el español, que, aparte de ya no ir en letra cursiva, se han adaptado a la lengua. Así, ballet, ahora es balé, o quorum, cuorum. No así femme fatale, que, en español, sigue siendo femme fatale (tal como en la vida real), o happy ending, que sigue siendo happy ending (a diferencia de la vida real), que seguirán escribiéndose en cursivas. Y está el caso de los prefijos, como ex, que ahora se unen al sustantivo, así lo que antes se escribía separado, ahora es una sola palabra, de modo que ex presidente se vuelve expresidente. Pero en cambio ex número uno sigue escribiéndose ex número uno.
Lo peor es que al leer la nueva gramática, con sus explicaciones justificativas, el asunto llama a la reflexión (una vez superada la desesperación). Además, al leer dicho documento de paso averiguas que los famosos pronombres demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales, funcionen como pronombres o como determinantes, no debían haberse acentuado nunca, pues siempre debieron haber seguido las reglas generales de la acentuación, creo que esas que desde siempre hablaron de las palabras graves, agudas y esdrújulas, y su inclinación a ser tónicas o acentuadas, o de palabras átonas o inacentuadas, pero admito que a estas alturas el documento y sus recomendaciones debidamente justificadas se me empezó a confundir y nublar.
Hasta que enfrenté la experiencia que digo, yo estaba muy confiada en mi conocimiento del español, por dos razones: en la primaria siempre me gustó la materia de gramática española y siempre obtuve las mejores calificaciones. Por otra parte, estaban mis lecturas que, como procuro que siempre sean buenas, he estado por lo tanto en contacto permanente con el mejor español. Sin embargo, con la experiencia reveladora se me resquebrajó la seguridad en mí misma por lo que hace al español. Es cierto que en ocasiones he tenido que recurrir a mi lectura de Juan de Valdés para recordar que la lengua es un ente vivo y, por lo tanto, está sujeto a constantes modificaciones, o que el uso se impone. Así me explicaba yo que el español de nuestros clásicos modernos fuera algo diferente del que usaban nuestros clásicos antiguos.
Y esto tanto porque va variando el significado de algunos términos, como porque asimismo varía la forma de las palabras en sí. De modo que, si Cervantes usó la palabra obedecelle, hoy en día todos (incluida la RAE) diríamos obedecerle (en España) y obedecerlo u obedecerla en el resto de los países de habla española.
Así que incorporar al nuestro palabras de otros idiomas no es incorrecto, siempre que no incorpores la sintaxis de otro idioma al tuyo (o si llega a permitirse, ¿nos entenderemos?). Así que deja de corregir (mentalmente) a quienes dicen aplicar por solicitar, y a quienes escriben cotidianidad por cotidianeidad, y ten presente que feminidad es un término de significado diferente del de femineidad, aunque de momento no recuerdo bien cuál es la diferencia, y hay diccionarios que los tienen por sinónimos.