Hoy será solista de la Sinfónica del IPN en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet
Lograr el equilibrio perfecto es nuestra gran búsqueda, expresa en entrevista con La Jornada
El ejecutante israelí posee un violonchelo que compara con un automóvil de Fórmula Uno
Nuestra profesión, al final de cuentas, es la de intermediarios. Siempre estamos en medio, entre el tiempo y la expresión del momento, entre la música escrita y la improvisación, entre lo que pensamos y lo que sentimos, afirma Gavriel LipkindFoto Yazmín Ortega Cortés
Jueves 16 de junio de 2016, p. 5
Lograr el equilibrio perfecto es la gran búsqueda de todo músico, sostiene el violonchelista israelí Gavriel Lipkind (Tel Aviv, 1977), quien anoche participó de solista en el concierto especial de la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional (Osipn) en el Conservatorio Nacional, como parte de los festejos por el 150 aniversario de esta institución.
Finalmente, los músicos, los intérpretes, siempre estamos en medio de dos mundos: entre lo que escribió un compositor y lo que escucha el público, entre el pasado y el presente, entre la filosofía y las emociones, entre un director y la orquesta y, en mi caso, entre el arco y el chelo
, explica.
Nuestra profesión, al final de cuentas, es la de intermediarios. Siempre estamos en medio, entre el tiempo y la expresión del momento, entre la música escrita y la improvisación, entre lo que pensamos y lo que sentimos. Por eso, uno de nuestros principales deberes es buscar el equilibrio.
Un sonido más ronco
En entrevista con La Jornada, con el apoyo de Ksenia Migutina en la traducción, Lipkind revela su personalidad un tanto aventurera y desenfadada. Es alguien que rehúye la comodidad y gusta de los desafíos. Señala que, en el caso de la música, en realidad no es partidario de alguna época o repertorio en particular, y considera que sólo existe la de buena hechura y la que no merece dedicarle tiempo.
Me gusta la música difícil, la que representa los mayores desafíos; ésa que surge de la combinación de ideas de gran complejidad con materiales muy simples. Es algo que puede encontrarse desde Bach, Mozart y Beethoven hasta en muchas de las obras de los autores de nuestro tiempo
, indica.
Un elemento indisociable a la persona y el quehacer de este músico es su singular violonchelo, raro instrumento construido a finales del siglo XVII, y firmado por el italiano Aloysius Michael Garani en 1702, quien por casualidad encontró en una ciudad suiza.
No obstante que ese violonchelo tiene casi cuatro centurias, Lipkind afirma que se trata de un instrumento moderno al cual trata como si fuese un automóvil de Fórmula Uno.
“Lo único que tiene de histórico es la madera. Fuera de ello, usa accesorios modernos, que lo convierten en un atleta de alto rendimiento. Entre otros materiales tiene cuerdas de tungsteno, tensores de titanio, recubrimiento de seda en las cuerdas y piezas de carbono en diferentes partes. Es más complejo que la más avanzada de las guitarras eléctricas. Cada dos meses debo llevarlo a servicio de mantenimiento con especialistas.
Lo que lo hace especial es que no suena de manera común. En ello tiene mucho que ver su tamaño y anchura, que son más grandes que los convencionales. Esto produce un sonido más profundo y permite crear diferentes efectos, entre ellos de llanto y voz humana. Tiene un sonido más ronco.
En la que es su tercera visita a México, pues años atrás actuó al lado de las orquestas Sinfónica Nacional y de Querétaro, el violonchelista israelí define a la música como el punto intermedio entre el canto y el habla, los sonidos y las palabras.
Destaca que esa es de una de las cualidades de Camino y visión, obra del mexicano Enrique Arturo Diemecke cuyo estreno mundial hizo el violonchelista anoche en el Conservatorio Nacional, además de interpretarla de nuevo en las dos presentaciones que la sinfónica politécnica ofrecerá en su sede, el auditorio Alejo Peralta del Centro Cultural Jaime Torres Bodet, hoy y el sábado 18 de junio a las 19 y 13 horas, de forma respectiva.
Es una obra muy interesante que mezcla música folclórica mexicana y elementos abstractos. Cuenta la historia del regreso de don Quijote a nuestros tiempos, lo cual hace a México, específicamente a Guanajuato
, precisa.
El chelo encarna a Sancho Panza y a veces es la voz del héroe. Es una obra muy interesante, con gran respeto por la tradición, la cultura y la diversidad de este país, que habla sobre la libertad y la apertura y conecta la tradición con el futuro.
Además de esa partitura, el programa que interpreta la Osipn en los tres conciertos, con la batuta de su titular, Enrique Arturo Diemecke, incluye El Moldavia, de Bedrich Smetana, y El mar, de Claude Debussy.