ué bien que el presidente Peña rescate su propuesta de campaña sobre salud universal y la ponga en el centro. Qué preocupante que su ruta principal siga siendo la del llamado Seguro Popular (SP).
Alguna vez el doctor Julio Frenk, entonces secretario de Salud, nos convenció a Clemente Ruiz y a mí de que el seguro era un rodeo
para arribar pronto a la meta compartida por los tres: la salud universal. Pero los hechos subsiguientes no lo confirmaron en sus hipótesis, porque el tal seguro se volvió una ruta al nunca jamás, sin acercarnos a la universalización deseada. Más bien, alejándonos de ella y fragmentando todavía más el sistema nacional sin dar lugar a un nuevo y aceptable orden o régimen sanitario.
Mucho se ha especulado sobre los motivos de Frenk y otros distinguidos facultativos para, en los hechos y en las decisiones políticas, oponerse a caminar en serio en pos del derecho a la universalidad de la salud. Por lo pronto hay que decir que el SP propició desorden y mal uso de los recursos canalizados a través de sus mecanismos, sin auspiciar la emergencia de una alternativa al sistema imperante, cuyos méritos institucionales y de entrega al servicio son indiscutibles, como también lo es que son insuficientes para encarar a tiempo y con eficacia las enormes mutaciones de la estructura epidemiológica.
Nuestra discusión nacional ya debería estar centrada en los alcances, ritmos y tiempos para aproximarnos a la cobertura que ofrece el Instituto Mexicano del Seguro Social a sus derechohabientes, así como en o las maneras de acercarse al gran reto de la calidad y la oportunidad que hoy, más que un desafío, parece una plaga.
Por su parte, el Estado tendría que abrir el juego, su juego, en lo tocante al financiamiento público, hoy insuficiente para cumplir con mínima eficiencia con el mandato constitucional y totalmente impresentable en términos de indicadores internacionales.
Asimismo, la clase médica
bien podría distraer unos minutos de su consulta o estancia en el laboratorio y disponerse a hablar claro, con franqueza, sobre el estado que según sus miembros guarda el sistema público superior de enseñanza y formación de cuadros para el sistema y los requisitos que es necesario cumplir para que esa sapiencia y esas destrezas puedan, en efecto, servir de soporte para el propósito universalizante recuperado de nuevo por el presidente Peña.
De otra forma, más que seguir por un rodeo sin punto de llegada, como sugería el doctor Frenk, seguiríamos caminando en círculos, olvidando que la salud no perdona ni da tregua.
El malestar genera descontentos y malos humores, pero el bienestar truncado alimenta frustraciones sin fin.