De un sonido mínimo, como el de una pequeña flauta, a la grandiosidad, el órgano rebasa la reminiscencia de iglesia para construir un panorama contemporáneo lleno de Colores, título de un disco con música en los confines de nuestra era.

Creas de la nada un monumento, dijo el organista Víctor Manuel Morales, a quien se debe la aparición de un disco peculiar que fue presentado el martes en la Fonoteca Nacional, para hacer gala de todo el colorido que es capaz de producir el instrumento.

La grabación sale al público en un momento en que la música para órgano es escasa, más si es de autores vivos y sobre todo si son mexicanos.

Incluye cinco piezas, de igual número de compositores: los mexicanos Leonardo Coral, Federico Ibarra y Gustavo Delgado; de Letonia, Imants Zemzaris y Peteris Vasks. Cada uno con una voz muy propia, muy particular. De Coral e Ibarra por primera vez se graban sus piezas.

Ese acto no fue una simple presentación del disco, donde los ponentes hablan muy serios de las maravillas de la grabación, como dijo Theo Hernández. Se trató más bien de una sesión de escucha de la mano de dos organistas: Víctor Manuel Morales y Marco Ángel Sánchez.

Además, la noche culminó con la proyección de un videoclip, también algo inusitado en la música mexicana.

Cada órgano es único. Su especial manufactura hace que ninguno suene igual, aunque sea del mismo constructor. Muchos tubos y un teclado es lo que el espectador recibe al primer encuentro con el instrumento.

Sin embargo, en explicación de Víctor Morales, cada órgano es como una orquesta que es tocada por un solo ser humano.

Timbres y lengüetas

Registros, tubos, flautas, pedales, fondos, pies, timbres y lengüetas son algunas de las nociones sobre ese instrumento musical de viento, tan difícil de conocer por sus complejas características técnicas.

Los tubos son de plomo y estaño, algunos de madera. Tienen forma doblada, invertida o como flauta de chimenea. Sonoridades, coloridos muy brillantes y timbres múltiples emanan de un principio de la física, basado en el monocordio de Pitágoras.

Y pensar que en el año 1500 quemaban a las mujeres por brujas, aunque también había personas tan maravillosas que hacían este tipo de objetos, expresó Morales.

Siempre me he cuestionado: si las ciencias hubieran avanzado a la misma velocidad que las artes, a lo mejor estaríamos en un mundo diferente.

Hay órganos muy peculiares, como los que se encuentran en Taxco, Guerrero, o en San Jerónimo Tlacochahuaya, Oaxaca, hechos por manufactura indígena, sólo con los materiales de que disponían.

El disco Colores: música para órgano en los confines de nuestra era captura el sonido del que habita en la iglesia luterana alemana del Espíritu Santo, ubicada en la esquina de Patriotismo y Botticelli, en Mixcoac. Posee uno de los pocos instrumentos barrocos en la Ciudad de México, como los que tocaba Bach. Se trata del Friederich Weissenborn, construido en Brunswick, Alemania, en 1958.

Tiene una cantidad de registros enorme, mayor que los del piano, destacó Víctor Manuel Morales. Es muy particular porque tiene un colorido muy brillante.

Como el disco es exclusivamente de música contemporánea, se presta a los experimentos sonoros, con flauta, trompeta, coronado por una serie de registros llamados mixturas, varias filas de sonido en un órgano pleno, todo emanado del instrumento de belleza neobarroca.

¿Por qué es importante un disco de órgano en México?, se preguntó en el pequeño auditorio ubicado en Coyoacán. El órgano ha sido un instrumento determinante en la educación musical de los mexicanos desde que llegó de España. La escucha, la musicalidad fue aprendida a través de la música religiosa, dentro de la cual el órgano fue fundamental, señaló Hernández.