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Fiestas en La Candelaria

L

a fiesta es el espacio social por excelencia, es resultado de los lazos de unión y medio para fortalecerlos. Son actos esperados que se organizan con base en el trabajo colectivo, donde todos pueden participar, ya sea aportando recursos o poniendo a disposición la capacidad de trabajo individual.

Una comunidad como el pueblo de La Candelaria en Coyoacán no es la excepción. Las celebraciones más importantes del año son la de la virgen de La Candelaria, Carnaval, Semana Santa, San Juan Bautista, Preciosa Sangre, san Lorenzo Mártir, recibimiento y luego despedida del Señor de la Misericordia, san Miguel Arcángel y Fieles Difuntos. Hay coincidencias en las fechas con el ciclo del cultivo de la milpa. Añadamos las celebraciones del ciclo de vida.

Según testimonios coloniales, en la fiesta de La Candelaria se llevaban a bendecir al templo mazorcas de maíz y se pedía que hubiera buenas cosechas. Hoy la celebración dura nueve días en los cuales hay bailes y danzas, juegos pirotécnicos, procesiones, música, tapetes de aserrín, portadas de flores y comidas comunitarias. Se organizan en mayordomías.

De entre las diversas preparaciones que se ofrecen en esos días, las que se consideran más tradicionales son los tamales y el atole de pinole, que se elabora con maíz azul o rojo seco dorado y molido con canela y anís ligeramente tostados; se endulza con piloncillo.

La señora Carmen Rosas Membrillo evoca, en una entrevista para el libro Pueblo de La Candelaria Chinampan, Coyoacán (Dirección General de Cultura de Coyoacán, 2012), la manera en que se organizaban las mujeres para hacer los tamales de fiesta. La responsable recordaba a sus vecinas que el día dos las esperaba para que le echaran la mano; “unas lavaban hojas, otras pelaban el tomate, otras lo cocían, otras lo molían en el metate, pelaban ajos, y la masa la batían los hombres porque eso es con fuerza de hombre…”

Se batían entre cinco y 10 tinas de masa; ya listos los tamales se ponían a cocer hacia las cinco de la tarde para que estuvieran cocidos al otro día. El atole se hacía en la madrugada. Su abuelita ponía los tamales sobre petates; alrededor había cerca de mil niños y “les servían en platitos de barro, había unas cazuelitas como florecitas y les servían su arroz, frijolitos, mole, y su chiquigüitito de carrizo lleno de tortillas, su cazuela de tamales blancos…” Para beber había, además del atole, agua de jamaica o de limón. Los adultos podían tomar pulque.

Se ha vuelto tradicional la representación de la Pasión de Cristo y las pastorelas; varios vecinos comentan que Salvador Novo colaboró cuando se iniciaron.