tres semanas de la votación en Aguascalientes, la guerra sucia entre los partidos grandes arrecia y pareciera que es la única vía que han considerado para llegar al elector. Han optado por denunciarse mutuamente por espionaje; la denostación es el eje de sus discursos. Mientras el electorado aguascalentense ya ha probado en las urnas su complejidad y comportamiento poco tradicional, los candidatos eligen los métodos clásicos de hacer campaña: los baños de pueblo, el acarreo, la búsqueda del voto corporativo.

En la entidad, el magisterio no se siente representado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y, aunque así lo presuma Nueva Alianza, ha mostrado que ya no es el redil de ovejas al que se acude para lograr el apoyo al candidato que se indique; como en otras entidades de la República, está presente la molestia de los maestros por la reforma educativa (más laboral que otra cosa); sin embargo, los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional han decidido pelear por esos votos echando mano de los mecanismos viejos de los festejos y las comilonas; ambos candidatos decidieron prometerles que los tomarían en cuenta y los convocarán mediante los charros sindicales. La candidata del PRI a la gubernatura hizo coalición con los partidos del Trabajo, Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, partido de Elba Esther Gordillo, pero ni eso le valió el apoyo de los maestros el día de su acto. Apagados, siguen pidiendo aumento salarial –que este año fue de 3.15 por ciento, con un bono raquítico–, lo cual le valdría al PRI el descontento del gremio y una especie de venganza al apoyar al candidato al PAN, que asegura tener respaldo de los profesores, pero poco ha hecho por ellos y también apuesta, no a la presentación de propuestas, sino a los votos que le ofrece la disidencia magisterial.

Lo cierto es que ya hubo denuncias de que ambos partidos utilizan al magisterio como carta fuerte y se lo disputan, pues ello significaría no el apoyo a la educación pública, no la reivindicación del sindicato ni de los derechos magisteriales, sino el voto, sólo eso, lo que tiran al olvido una vez pasada la elección.

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