Abrió la muestra en el invernadero Enid A. Haupt y se complementa con otra en la Art Gallery
El movimiento fue proveedor de un refugio ante la modernización urbana para pintores como William Merritt Chase, Childe Hassam y John Singer
La exposición concluye el 11 de septiembre
Domingo 15 de mayo de 2016, p. 6
La belleza floral que inspiró a los impresionistas estadunidenses a principios del siglo XX toma vida en el Jardín Botánico de Nueva York. Del óleo a la realidad: amapolas, dalias, malvas y girasoles abren en un mural como santuario al color y la luz, así como hace más de 100 años los jardines se convirtieron en refugio de la vida moderna para un grupo de pintores y escultores.
Desde el 14 de mayo florece la exposición Impresionismo: jardines americanos sobre lienzo (Impressionism: american gardens on canvas) en el invernadero Enid A. Haupt, forjado de hierro en estilo victoriano, joya acristalada de la ciudad que recibe exposiciones especiales para crear un vínculo entre el reino de las plantas, el arte y la cultura.
En complemento, la Art Gallery recibe más de 20 pinturas y esculturas de los artistas que capturaron el color, las sombras y lo efímero de la luz. La visita permite examinar la historia del impresionismo estadunidense mediante las obras de algunos representantes del movimiento, como William Merritt Chase, Childe Hassam y John Singer Sargent.
La apertura de la muestra, que permanecerá hasta el 11 de septiembre, es parte de las celebraciones por el 125 aniversario del espacio ubicado en el Bronx, que resguarda gran variedad de espécimenes en su colección y 48 jardines en una extensión de 250 acres (aproximadamente un kilómetro cuadrado). Siempre hay algo nuevo que ver, oler y por qué sonreír. El sinfín de plantas y flores activarán todos tus sentidos
, señala un comunicado del Jardín Botánico de Nueva York.
Influencia de Europa
Así como Claude Monet plasmó la ensoñación entre su jardín francés en Giverny, donde dio a luz a sus nenúfares flotantes de violeta y rosado, en Estados Unidos emergió una corriente propia a finales del siglo XIX y principios del XX, tras conocer la obra de los impresionistas europeos.
A la par que la modernidad hacía crecer las ciudades, los artistas comenzaron a pintar en el exterior, ya sea en los jardines que se esmeraban en cultivar, en excursiones por los alrededores de la metrópoli o en colonias para escapar de la ciudad y reconectarse con la naturaleza. El movimiento fue proveedor de un refugio ante la modernización urbana.
El púrpura tranquilo de la lavanda en flor, el vibrante rojo de las amapolas, azules únicos de la aguileña, las formas y tonos de las malvas sin fin, revelan como los jardines se convirtieron en los constantes compañeros de los impresionistas americanos, movimiento que capturó el lujo y la adoración de los oasis del patio trasero
, según la información del jardín neoyorquino.
La exposición, con la curaduría de la horticultora Francisca Coelho, plantea que los cauces de ríos en los jardines de John Henry Twachman, en Greenwich, Connecticut, el campo de rosas Maria Oakey y Thomas Wilmer Dewing, en Nueva Hampshire, y el famoso Old Lyme de Florence Griswold incitaron a participar como adoradores de dos artes: el pictórico y el de la vida de las plantas.
Coelho, diseñadora y curadora de las colecciones vivientes del Jardín Botánico de Nueva York, ha transformado antes el invernadero para otras exhibiciones especiales, con temas como las investigaciones del naturalista Charles Darwin, la poesía de Emily Dickinson, los jardines de orquídeas en Cuba o los floridos paisajes de la Alhambra. El año pasado la muestra estrella del espacio estuvo dedicada a los jardines de la pintora Frida Kahlo, de su hogar en el barrio de Coyoacán, La casa azul.