or años, he oído no pocos errores en el lenguaje común sobre palabras que cotidianamente pueden leerse y oírse en los medios: liberalismo, neoliberalismo, democracias, populismo, totalitarismo y más. Cuántos cientos de veces no pocos televidentes habrán oído decir al señor Leo Zuckermann, con el pecho inflado de orgullo, yo soy un liberal, ¡¡¡soy un liberal!!! Cree hablar de lo mejor del mundo. Vale la pena desbrozar un poco este terreno del lenguaje político y económico, porque es con las palabras que se le toma el pelo a la gente (en este espacio tengo que simplificar).
Alexis de Tocqueville escribió en su ensayo El antiguo régimen y la revolución que “la revolución francesa bautizó lo que abolía: el ancien régime”. Con estas palabras se refería a las monarquías absolutas instauradas en Europa, que tenían como base relaciones sociales entre señores
(la aristocracia en general junto con la Iglesia católica romana) y siervos
. Este régimen, según los detentadores del poder, era el orden natural
y tenía un origen divino
.
Desde que existe, el género humano ha luchado por alcanzar la libertad. La larga historia humana tiene épocas o eras, y en cada una la libertad por la que han luchado los humanos ha sido una libertad distinta. Los humanos siempre tendrán límites que querrán superar, y los vivirán como una lucha por la liberación de los obstáculos que tienen que enfrentar.
Los hombres lograron un alto grado de conciencia de su lucha por la libertad cuando acuñaron el lema de la revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Esta libertad quería abolir el ancien régime. De la libertad de aquel momento surgen la idea y el concepto de liberalismo. Esta es una idea e ideología de una forma de organización social –que en los hechos históricos nace antes, en Inglaterra, con la Glorius Revolution de 1688-1689–, pero el liberalismo habría de convertirse en un antónimo de la libertad. Mientras, la igualdad y la fraternidad pasaron al panteón de los olvidos olvidados.
Desde fines del s XVIII y durante años, liberalismo político (aumento de los derechos individuales y de las libertades políticas) y liberalismo económico (libre mercado interno y externo, autorregulación) formaron parte de un mismo movimiento político que se oponía a los conservadores defensores del ancien régime. Durante el s XIX el liberalismo produjo una era de crecimiento económico y progreso sin precedentes, pero resultó ser un completo fracaso social. La sociedad comenzó a polarizarse entre ricos y pobres a ritmos cada vez mayores. La lucha entre el liberalismo decimonónico y la ideología del ancien régime prácticamente ya no existía. El enemigo del liberalismo político era el liberalismo económico. Se volvió indispensable, por tanto, distinguir entre uno y otro.
De otra parte, el liberalismo político nació de la mano de la democracia, y aquí empiezan las complicaciones porque, según el momento histórico y las circunstancias de cada país de Occidente, ha habido democracia indirecta o representativa, cuando las decisiones son adoptadas por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes; hay democracia participativa, cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos la capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios consultivos. Ocurrió con el tiempo que la democracia se convirtió en un conjunto de procedimientos hipócritas, falsos, reducidos al sufragio.
Durante el s XIX también surgieron ideologías de aspiraciones revolucionarias, como el socialismo marxista o el anarquismo. Ambos movimientos coincidían en su rechazo del liberalismo tanto en su vertiente económica como en su vertiente política. Y no sólo eso: en el seno del movimiento obrero apareció una vía reformista llamada socialdemocracia. Los socialdemócratas eran liberales en el terreno político, partidarios de la democracia y de los derechos individuales, pero en economía no eran partidarios del libre mercado absoluto; no creían que el libre mercado pudiera autorregularse gracias a una providencial mano invisible (inventada por Adam Smith). Defendían un intervencionismo estatal en la economía, pero dentro del capitalismo. Por estas diferencias rompieron con los marxistas de inspiración leninista.
La socialdemocracia nació defendiendo medidas o políticas de intervención en la economía desde el Estado para regular los desastres sociales cometidos por el capitalismo, buscando evitar los desequilibrios derivados de la libertad total de mercado, especialmente aquellos relacionados con la concentración de la riqueza y el aumento de la polarización social. Las políticas socialdemócratas buscaban regular la economía con leyes y limitaciones al libre comercio e interviniendo directamente en la producción de bienes y servicios mediante empresas públicas. Un intervencionismo que debía hacerse para lograr una redistribución equilibrada de la riqueza y el ingreso.
Después de la crisis de los años 30 apareció un nuevo movimiento: el neoliberalismo; mientras el liberalismo es un concepto mixto (política-economía) apropiado para referirse a la época previa a la crisis de 1929, neoliberalismo es un concepto que sólo se refiere a su vertiente económica, y no a la política. Aparece tras la Segunda Guerra Mundial como oposición a las nuevas políticas socialdemócratas keynesianas, aunque alcanzará el poder tras la crisis de los años 70 y vendrá asociado a una nueva globalización y a la práctica cancelación de la democracia y de la socialdemocracia. El neoliberalismo ha creado la peor crisis social y ambiental, el más brutal proceso de concentración del ingreso, la riqueza y la era más cruel en la historia humana.