Editorial
Ver día anteriorMartes 19 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cutzamala: sequías preocupantes
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l Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACM) anunció ayer, por voz de su director, Ramón Aguirre Díaz, que unos 2 millones y medio de personas se verán afectadas por la reducción de 50 por ciento del suministro, debido a una falla ocurrida en una de las tuberías del sistema Cutzamala. Ello significa que en Azcapotzalco, Iztacalco, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza e Iztapalapa se registrará una reducción de presión y que, en consecuencia, las zonas altas de esas demarcaciones serán las más afectadas.

Se espera, añadió el funcionario, que la irregularidad dure pocos días y que para el viernes próximo esté regularizado el suministro. Aguirre Díaz reconoció que en buena parte de la ciudad no hay un servicio de 24 horas ni presión suficiente, que muchas colonias de esas y otras delegaciones padecen escasez del líquido y que la ciudad se encuentra ante una emergencia moderada.

Es significativo que ya sea por obras de mantenimiento o por fallas en el sistema, la ciudad capital y su región conurbada sufren cada año, o incluso con una frecuencia mayor, de cortes en el suministro de agua y que ello suele coincidir con la época más seca y calurosa, lo que agrava el problema.

Desde luego, resolver y mantener el abasto hídrico constante y regular de una aglomeración urbana como la del valle de México es un desafío de grandes proporciones, que requiere de una cultura de consumo racional del líquido por parte de la población. Y las obras del poniente de la ciudad garantizan, cuando funcionan al ciento por ciento de su capacidad, un suministro promedio de 300 litros por persona, lo que en primera instancia debería resultar más que suficiente.

Debe tomarse en cuenta, sin embargo, que por las características topográficas del valle, pero también por un diseño poco responsable, la distribución de esas cantidades de agua no es equitativa: mientras en el poniente de la urbe el suministro es casi intachable, en el oriente la escasez es crónica. Es una más de las inequidades en una megalópolis desigual porque, mientras los desarrollos de lujo se encuentran situados en las zonas altas del oeste, las áreas llanas del este concentran preponderantemente colonias populares y bolsones de pobreza.

Más allá de ese insoslayable e inadmisible acento clasista en la distribución del líquido, los frecuentes cortes en el suministro constituyen un factor de justificada irritación social, que en ocasiones obliga a los vecinos afectados a cerrar vialidades y a movilizarse de diversas maneras para presionar a las autoridades responsables.

La capital de la República y los municipios mexiquenses adyacentes a ella tienen ya demasiados elementos de zozobra –la crítica contaminación ambiental, la inseguridad creciente, las dificultades de transporte y movilidad, la carencia de servicios en extensas zonas– como para que periódicamente se les someta a sequías de varios días. Salta a la vista la necesidad de que las autoridades estatales, capitalinas y federales destinen los recursos que sean necesarios en la estabilización, a largo plazo, del sistema de abasto de agua, especialmente en las áreas urbanas más afectadas por las carencias y cuyos habitantes no están en posibilidades de invertir en sistemas de acopio y almacenamiento, como cisternas o tinacos a ras de suelo y tuberías y bombas de elevación. El agua no sólo es vida, como afirma el lugar común. En una aglomeración urbana como la del valle de México, es también gobernabilidad.