Roberto Alifano compartirá vivencias con el autor de El Aleph, de quien fue amanuense
encantaba las palabras y es un Mozart de la literatura
Uno se puede asomar por donde sea a su obra, es una caja de cristal; esa es su magia, opina el poeta y periodista
A 30 años de su muerte todavía no ha aparecido otro como él, pero quizás esté por ahí ya, sólo que no lo hemos descubierto aún, expresa a La Jornada
Miércoles 13 de abril de 2016, p. 4
La obra de Jorge Luis Borges (1899-1986) es una caja de cristal: se puede acceder a ella por vez primera por donde se desee, porque el autor es un Mozart de la literatura, un genio, un compositor extraordinario que dominó el arte de encantar a las palabras.
Así define el poeta y periodista Roberto Alifano (General Pinto, provincia de Buenos Aires, 1943) al hombre con el que trabajó 11 años y compartió los secretos y el amor por los libros.
El amanuense de Borges (como gusta que lo llamen) se encuentra en México para ofrecer una serie de charlas, en el año en que se cumple el 30 aniversario luctuoso del autor de El Aleph.
El miércoles conversará con el ensayista Adolfo Castañón a propósito de la amistad que Borges mantuvo con el mexicano Alfonso Reyes, a quien consideraba su maestro.
El autor de Historia universal de la infamia era encantador, con gran sentido del humor; le gustaba hacer bromas, él mismo no se tomaba en serio, se consideraba una circunstancia más de la vida, siendo que fue y es un genio literario
, recuerda Alifano en entrevista con La Jornada.
Añade que en contraste con lo que algunas personas creen, Borges fue un hombre de amigos: los tenía por todo el mundo, uno de ellos fue Alfonso Reyes, quien llegó a Argentina en 1927 como embajador de México, y con el primer escritor que se relacionó fue con Borges, a quien conoció, recién llegado, en una reunión en casa de Victoria Ocampo. A partir de ahí Borges trabó una amistad muy entrañable con Reyes; todos los domingos él y sus amigos iban a cenar a la embajada de México
.
Trabajar con un maestro inmenso
Alifano considera un privilegio haber sido amigo de Borges: “Es un don que le debo agradecer a la vida, haberlo conocido y, misteriosamente, de pronto pasar a ser su amanuense, como me gusta decir.
“Los amanuenses reciben los dictados de un maestro y yo tuve esa felicidad: trabajar con ese maestro inmenso.
“Es cierto que de pronto cuesta trabajo desligarse de estos maestros; la influencia que ejercen sobre uno es enorme, pero con trabajo, otras lecturas, y con paciencia, uno se va desprendiendo de ese peso tan grande y uno encuentra su propio camino, pues de eso se trata el arte de la literatura. Creo que he encontrado el mío y trato de transitarlo como puedo.
Borges me transmitió el amor por la literatura. Lo que escribo se podría ubicar en un antes y un después de Borges, ya que antes de trabajar con él había estado con otros escritores, como Pablo Neruda, pero ninguno ejerció la influencia que Borges tuvo en mí.
Roberto Alifano trabajó con Borges de 1974 a 1985; con él tradujo las fábulas de Robert Louis Stevenson y la poesía de Hermann Hesse.
“Borges era un gran memorioso, un hombre que naturalmente encantaba a las palabras. Hay escritores que trabajando con paciencia y laboriosidad llegan a ser literarios, otros tienen el don de la literatura, como Gabriel García Márquez y Borges.
En literatura de lo que se trata es de llegar a encantar a las palabras, y cuando las palabras están encantadas desaparece esa división entre prosa y poesía. Ese arte de encantar las palabras lo tenía Borges. Por eso, haber estado con él es como haber conocido a Shakespeare, Quevedo, Góngora, Dante. Borges está dentro de esa dimensión, es de esos escritores que aparecen cada 100 o 200 años en la historia. A 30 años de su muerte aún no ha aparecido otro como él, pero probablemente esté por ahí ya, sólo que no lo hemos descubierto todavía
, considera el poeta.
Agrega que cuando le preguntan qué lectura de Borges recomendaría, no duda en responder: la obra completa. Es el único escritor del que se puede decir eso, porque toda está escrita en el mismo registro, y no es tan grande: breves libros de cuentos y la poesía, que es más bien chica; ensayos y algunos artículos. Con eso trascendió. Uno se puede asomar por donde sea, es una caja de cristal; esa es su magia, un escritor que se propuso ser literario en cada línea, en cada página
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Jorge Luis Borges-Alfonso Reyes
Alifano ha escrito también varios artículos acerca de su amistad con el papa Francisco, la cual data de la época de su trabajo con Borges, pues antes de ser cardenal Jorge Mario Bergoglio solía visitar al escritor, con quien conversaba de filosofía, teología, política y literatura.
“Borges me dijo un día: ‘me visita el cura Bergoglio, el jesuita; es una persona amplia, muy inteligente, podemos conversar acerca de cualquier tema, siempre es muy grato estar con él, pero he notado que tiene tantas o más dudas que yo, hasta puede ser posible que no crea en Dios, pero si tenemos en cuenta que se trata de un jesuita, todo puede ser posible’. Ese comentario refleja también el humor y la ironía de Borges”, concluye Alifano.
La charla Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges: notas para la historia de una amistad se efectuará hoy las 19 horas en la Capilla Alfonsina (Benjamín Hill 122, colonia Hipódromo Condesa).