omingo de Ramos, Cuernavaca, 20 de marzo. El impío Adán Santamaría es un librero muy raro: entiende de autores, viejas ediciones, incunables, se niega a vender basura impresa, y en la ciudad de la eterna primavera
atiende los fines de semana en el callejón Comonfort.
Adán acaba de conseguirme Cristo en Cuernavaca, relato publicado por el legendario Howard Fast en 1955, y reditado en versión bilingüe con introducción de Paco Ignacio Taibo II (Ed. Clandestino, 2007). El relato empieza así:
“En una fresca y clara mañana de verano, mientras mi esposa y yo bajábamos por la calle Dwight W. Morrow, en Cuernavaca… vimos a un hombre cabalgando en un burrito… y ese hombre se parecía a Jesucristo. Ustedes pueden objetar que nadie sabe cómo era Jesucristo”.
Jueves de Eucaristía, 7:50 pm. Atravieso la cañada por el céntrico Puente 2000, y giro a la izquierda por Jesús H. Preciado. Una camioneta del mando único
se me adelanta, clava los frenos, y corta transversalmente la calle.
Un gendarme con arma larga se baja del vehículo. ¿Y yo por qué? En fracción de segundo, evalúo la situación: no estoy pedo, verificación en orden, ya pagué la tenen... perdón, la reválida, y el santoral me ampara porque hoy es el día en que el pan y el vino se transustancian con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Mudo, el gendarme despliega una cinta amarilla, acordonando el área.
–¡Oiga, oficial!, vivo acá nomás…
El gendarme ordena: ¡Estacione, y siga a pie!
Un taxista que avanza lentamente en sentido contrario me pone al tanto, con gesto de mano didácticamente llevada a la altura del cuello. Estaciono, apago el motor, bajo del coche.
La arteria principal de San Antón ha quedado silente. Pero desde algún reventón (Semana Santa, al fin) llegan las buenas ondas de Willie Colón: “¡No tiene talento / pero es buena moza… ¡la-ra-la-la-la la-lá!, ¡no tiene talento / pero echa pa’lante/ mira, mira, mira / lo que son las cosas!…”
En medio de la calle, un recipiente grande de basura, color naranja. Del bote cuelga un brazo, unido a un torso reducido a suerte de ectoplasma purpúreo, viscoso, burbujeante, sanguinolento.
A salvo en casa (es un decir), me preparo un bistec. Um... mejor una manzana y un tecito de valeriana.
Viernes de resurrección. No dormí bien. ¿Quién habitaba en esa masa informe encontrada anoche? En El Salvador había visto cadáveres insepultos en los montes, o a la vera de los caminos. Nunca un decapitado.
Como fuere, aquella guerra guardaba, digamos, cierta lógica
. Pero lo descrito… ¿qué fue? ¿Una sólida prueba de lo que un filósofo de moda llamaría realidad líquida
?
Optimismo, que la curia anda de plácemes. La Jornada Morelos apunta que en la catedral los turistas desfilan extasiados frente a los cuerpos momificados de los mártires San Vicente y San Justino, exhibidos en una vitrina de cristal. La gente les toma fotos, los fieles les piden milagros.
Claro que dos cuadras más allá, a las puertas del palacio de gobierno, también hay un altar. Aunque con mártires menos consagrados. Algunos, con placa de bronce. Otros, con veladoras de a peso. Sólo que allí los turistas pegan un ojo de reojo y aceleran el paso.
Sábado de gloria. ¡Aleluya! El magnate Onésimo Cepeda (ex obispo jubilado de Ecatepec) visitó Cuernavaca y manifestó su preocupación por “…la difícil situación que en materia de seguridad viven los morelenses”. El creyente advirtió: los gobernantes se han ocupado más de ellos que del pueblo
. A poco.
Por fin, los medios escritos (que nada vieron) transcriben el parte oficial de lo encontrado en San Antón: “De entrada, el personal de la Fiscalía General ‘presumió’ (sic) que el cadáver estaba incompleto (sic)”. Pos sí…
¿Saldo blanco
? Tres jóvenes que desaparecieron hace unos días fueron encontrados sin vida en Yautepec. El laureado atleta olímpico Francisco García Moreno murió asesinado a tiros mientras trotaba por una de las calles de Tlaltenango. Balaceada, la casa de Humberto Sandoval Zamora (secretario general de la Central Campesina Cardenista). Saqueada, la sede estatal de Morena.
Domingo de Pascua. Según Excélsior, la Perla del Pacífico fue blindada con un operativo de seguridad en el que participaron tres helicópteros, 350 vehículos, 70 motos, 18 cuatrimotos, seis embarcaciones. Y a continuación, el matutino registra el asesinato de 38 personas y, en lo que va del año, 204 ejecutados en Guerrero.
Pero no hay que desesperar: 92 por ciento de ocupación hotelera en Acapulco; 95 en Ixtapa-Zihuatanejo, y 100 por ciento en Taxco. Así es que confiemos en que pronto empiecen las obras del tercero y cuarto pisos y, a sendos lados de la autopista, tiendas Oxxo cada tres kilómetros.
El relato de Howard Fast termina así: “Cerca de una semana después…lo divisamos de nuevo, cabalgando con su burrito. ‘¡Ahí está!’, dijo mi mujer, y como si respondiera a sus palabras, el hombre levantó la cabeza. ¡Oh, cómo había cambiado su rostro! Ya no tenía serenidad ni sosiego. Ya no veíamos a Cristo como se lo ve en mil cuadros y estatuas. Vimos a un peón mexicano, cuyo corazón se había colmado hasta desbordarse, y roto con el peso del dolor”.