icen que dicen que se supo que al parecer Keith Emerson se pegó un tiro porque diversos problemas de salud (tendinitis, artritis, afecciones nerviosas, etcétera) ya no le permitían tocar su teclado como él hubiera querido. Si tal hipótesis es correcta, lo comprendo perfectamente, aunque no por ello dejo de lamentar la muerte reciente de uno de los tecladistas más destacados, potentes y espectaculares del mundo del rock progresivo. ¿Qué tan destacado? Consulté en estos días algunas de las infaltables listas que se compilan en el mundo del rock y me enteré de que (dicen los especialistas) Keith Emerson está considerado miembro indispensable de la élite de los tecladistas, junto con personajes como Rick Wright, de Pink Floyd; Rick Wakeman, de Yes; Tony Banks, de Génesis, y Jon Lord, de Deep Purple. Buena compañía, sin duda. Digo que lamento su muerte porque además de su importancia e influencia duradera, Emerson, Lake & Palmer fue uno de los pocos grupos de rock a los que puse una atención especial. He aquí dos razones clarísimas por las cuales, en medio de mi enciclopédica ignorancia de los asuntos del rock, seguí la pista de Emerson, Lake & Palmer durante varios años:
1. Mi fascinación temprana con la música electrónica, particularmente la de la añeja era analógica, que me conectó directamente con las explosivas ejecuciones de Keith Emerson al teclado del sintetizador Moog, ya fuera como parte de sus presentaciones con ELP o en sus aventuras en solitario.
2. La afición de Emerson por extrapolar en sus teclados algunas piezas del repertorio clásico que me eran cercanas en sus versiones originales. Para mí, la más atractiva y poderosa de ellas sigue siendo la volcánica versión de ELP a la Fanfarria para el hombre común de Aaron Copland. Recuerdo también mi obsesión con el inexorable pulso y ritmo de Abaddon’s Bolero que, contra lo que muchos siguen creyendo, no utiliza como base rítmica el hipnótico patrón que toca la tarola en el Bolero de Ravel, sino una versión recortada y cuadrada (en el sentido del compás) del mismo. En el ámbito de sus extrapolaciones clásicas, lo más complejo que hizo Keith Emerson fue su álbum-concepto Pictures at an exhibition (Cuadros de una exposición), en el que el grupo presentó una fogosa transcripción completa de la obra homónima de Modesto Mussorgski. Buena prueba de que Emerson le tenía especial aprecio a este trabajo suyo es el hecho de que, muchos años después, puso Pictures of an Exhibitionist (Retratos de un exhibicionista) a su autobiografía. También en el área de las mutaciones clásicas, Keith Emerson dejó otra huella, menos conocida pero no menos interesante, que es una reinterpretación del Intermezzo de la Suite Karelia de Jean Sibelius que forma parte de la pieza Ars longa, vita brevis que tocó y grabó con The Nice, grupo al que perteneció antes de fundar Emerson, Lake & Palmer. (Del grupo que Emerson formó más tarde, Emerson, Lake & Powell, sé poco o nada). Dvorák, Chaikovski, Gershwin, Bach, Rajmaninov, Janácek, Lalo, Bartók, Ginastera, Orff, Holst, Prokofiev, Chopin, Parry, Joplin, Leonard Bernstein, Elmer Bernstein y Dave Brubeck son otros compositores a los que Emerson rindió tributo con su flamígero teclado.
Un asunto extramusical que en su momento también me conectó con Emerson y su banda a través del legendario LP Brain Salad Surgery es el arte de la portada e interiores, formidable e inquietante imaginería realizada por el demencial artista suizo Hans Ruedi Giger, responsable también, entre otras cosas, del diseño visual de ese gran filme que es Alien (Ridley Scott, 1979). Me pregunto si además de este dato bien sabido, los fans de ELP saben que también el famoso logo de la banda fue diseñado por H.R. Giger.
Para los neófitos que deseen acercarse a lo fundamental del trabajo de este formidable tecladista, va una recomendación muy básica: sencillamente, escuchar los primeros cuatro álbumes de estudio de ELP (Emerson, Lake & Palmer; Tarkus; Trilogy; Brain Salad Surgery) y el álbum en vivo Pictures at an exhibition. Ahí se concentra, en mi opinión, lo mejor de su creatividad.
Buen trayecto, Sr. Emerson.
