egún datos difundidos ayer por el Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (Infonacot), cerca de la mitad de los empleados formales que obtienen un crédito tradicional a través de dicho organismo público destinan su préstamo a la adquisición de alimentos, y no de bienes de consumo duradero.
El dato pone en relieve una realidad inocultable: que las percepciones salariales en el país no son suficientes para solventar las necesidades básicas en los órdenes material, social y cultural, como lo mandata el artículo 123 de la Constitución, y que muchos asalariados deben recurrir, ante esta circunstancia, al endeudamiento. No es de extrañar que en las circunstancias actuales de carestía e insuficiencia en los ingresos de la población el uso de los plásticos tienda a convertirse en un mecanismo de supervivencia básica para millones de familias mexicanas, e incluso para postergar por un tiempo –no mucho– el deslizamiento hacia la situación de pobreza.
En este sentido, es pertinente recordar que el uso de mecanismos crediticios para satisfacer necesidades inmediatas no se limita a los préstamos ofrecidos por las instituciones públicas; por el contrario, es un fenómeno generalizado en la economía mexicana: el crédito vigente al consumo otorgado por la banca comercial aumentó 8.9 por ciento entre 2014 y 2015, mientras que la cartera vencida –aquellos préstamos que los usuarios no han pagado en las condiciones originalmente pactadas– disminuyó 2 por ciento, un indicador de que la carga de la deuda se antepone a la satisfacción de necesidades de las familias.
Cuando el patrón de consumo de un sector mayoritario de la población se basa en la insuficiencia de los salarios y el endeudamiento, resulta improcedente afirmar que la economía en su conjunto goza de buena salud y solidez en el mediano y largo plazos.
Sería un despropósito atribuir las prácticas referidas a una falta de cultura financiera
por parte de los usuarios del crédito, como solían hacerlo, en su momento, las autoridades regulatorias de la banca durante las administraciones panistas. Cabe mencionar, al respecto, que el propio Infonacot reconoce que los trabajadores son buenos pagadores
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La mejor forma de revertir el fenómeno comentado es, en suma, mediante una modificación real de las condiciones materiales de los trabajadores. Dicha modificación, por su parte, no puede concretarse en un contexto como el actual, en el que la reactivación de la economía y el mercado internos y la dignificación del salario mínimo son todo menos prioritarias.
En un contexto de perspectivas recesivas en el crecimiento económico de los próximos meses, resulta de evidente necesidad y urgencia que las autoridades emprendan una corrección del rumbo económico que conjure el riesgo de una crisis de deuda potencialmente explosiva en sus repercusiones sociales y políticas. Tal corrección del rumbo debe iniciarse con el reconocimiento de que la actual política económica y salarial no conduce al progreso, sino a la debacle.