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Por su décimo aniversario luctuoso, rinden homenaje de dos días al creador escénico

Revaloran enseñanzas, trascendencia y pensamiento crítico de Ludwik Margules

Abren exposición con bitácoras y fotografías de algunos de sus montajes

En su ecuación creadora no había límites, sino explosiones cíclicas de infinita agudeza y complejidad, define su hija Lydia

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El director teatral Ludwik Margules (1933-2006), en palabras de su hija Lydia, quien es actriz, fue un superviviente cuya energía de un niño huyendo de la guerra en Europa y luego de joven exiliado se fue transformando en instinto creativo, en una energía desbordante y desbordada, que tarde o temprano lo llevaba a la más descarnada fragilidad, una vulnerabilidad furiosa que violentaba su entorno por completo para abrirse paso y dejar emerger su espíritu de gran poeta de la escenaFoto cortesía del INBA
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de marzo de 2016, p. 5

Con motivo del décimo aniversario luctuoso de Ludwik Margules (1933-2006), el lunes se inició en el teatro Julio Castillo del Centro Nacional de las Artes un homenaje de dos días al entrañable creador escénico polaco-mexicano.

Las actividades incluyen una exposición integrada por bitácoras y fichas de trabajo, así como fotografías de algunos de sus montajes, la proyección de un documental y dos mesas de testimonios, anécdotas y reflexión.

Organizado por Lydia Margules, hija del director teatral, y la Coordinación Nacional de Teatro (CNT) y el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (Citru), ese reconocimiento tiene la finalidad de revalorar las enseñanzas, método actoral, puestas en escena, trascendencia y pensamiento crítico del reconocido creador escénico y artífice de montajes memorables, como Jacques y su amo, El camino rojo a Sabaiba, Los justos y Cuarteto.

En la inauguración de la muestra Ludwik Margules: procesos de creación, en el vestíbulo del teatro Julio Castillo, Lydia Margules expresó que su padre fue un superviviente “cuya energía de un niño huyendo de la guerra en Europa y luego de joven exiliado se fue transformando en instinto creativo, en una energía desbordante y desbordada, que tarde o temprano lo llevaba a la más descarnada fragilidad, una vulnerabilidad furiosa que violentaba su entorno por completo para abrirse paso y dejar emerger su espíritu de gran poeta de la escena.

“En su ecuación creadora –prosiguió la también actriz– no había límites, sino explosiones cíclicas de infinita agudeza y complejidad, cuya estructura cotidiana estaba siempre determinada por un sentido ético de la existencia.

“Cada una de sus obras requería de un proceso de meses o incluso años de metabolización. Cada obra en su proceso, como una ola transgresora, avasallaba todo en su camino creativo –vida, familia, cotidianidad–, desde su interior. Cada puesta en escena era una asunto de vida y muerte. Una batalla destructiva-constructiva de la que emergía la obra, sobreviviente como su creador, para tocar la inmensidad del genio.”

Esos diez años de ausencia, destacó Lydia, “han reavivado, cual pulsiones consanguíneas, nociones como lealtad a sí mismo, a sus elecciones y a su familia, que en su tiempo traspasaron el ámbito íntimo para alcanzar el universo escénico y viceversa. Mi padre –concluyó– fue un extraordinario hombre de su tiempo”.

Desencebollar acción y texto

Juan Meliá, titular de la CNT, evocó la voz y el pensamiento teatral de Margules citando sus propias palabras: En cada obra he aprendido el oficio de dirigir y el de vivir, he aprendido a comunicarme con el actor y a desnudarlo de todo lo superficial, he aprendido a conocer al público; he aprendido, como dice la actriz Ingrid Bergman, a desencebollar la acción y el texto escénico. Además me he aprendido y conocido a mí mismo. Cada puesta en escena es un experimento de autoconocimiento y autoaprendizaje, donde la víctima mayor de su propio experimento es el director. Y a partir de ese autoconocimiento, lo que más me interesa es llegar a conocer al hombre, su sicología y existencia, para aportar ese conocimiento al público.

Como uno de los más brillantes pensamientos, Margules también dijo, destacó Meliá: El espectáculo teatral que no conlleve el intento de ensanchar el lenguaje teatral está estancado. Teatro que no experimenta no es teatro.

En charla con La Jornada, Claudia Jasso, investigadora del Citru y encargada del Fondo Margules, explicó que en 2006 las hijas donaron un amplio acervo perteneciente a su padre, el cual está abierto al público para su consulta.

“Es un fondo que integra importantes documentos, pues muchos son únicos e inéditos. En este caso se trata de bitácoras de ensayo.

“Hay unas 10 o 12 bitácoras de ensayo, pero sólo una está publicada, la de la obra Cuarteto; todas las demás son inéditas. El fondo también integra unos 30 libretos de dirección, con anotaciones y bocetos de escenografía, fichas analíticas que leía en sus ensayos a sus actores, fotografías, videos y programas de mano, entre otros documentos”. La relevancia de ese acervo es que permite conocer el riguroso proceso creativo del maestro Margules.

Ese material puede ser consultado en el Citru, además de que en su página web se puede buscar un disco descargable sobre la trayectoria y trabajos del creador escénico.

Para el investigador y crítico teatral Rodolfo Obregón, quien trabajó y mantuvo estrecha amistad por más de 25 años, Ludwik Margules “fue un ser muy lúcido y de extraordinaria sabiduría, con un enorme sentido del humor. Entre otras cosas, fue pieza esencial del teatro universitario, en un momento de libertad y riesgo en la creación, cuando esto era permitido; nada de una puesta en escena en tres meses, como las producciones mecánicas de ahora. Por ejemplo, La vida de las marionetas duró nueve meses en ensayos, Manuscrito encontrado en Zaragoza un año, otras que ensayó por muchos meses las abortó, porque no estaba satisfecho. Ludwik llevó hasta la última posibilidad la idea de la representación que subyace en la puesta en escena. Su obra medular Cuarteto es una pieza paradigmática de lo que años después se reconoce como teatro posdramático. Redujo a tal punto la puesta en escena que puso a la representación en un callejón sin salida, marcando así un cambio de concepción y del cual surgieron los nuevos directores, con los cuales Ludwik todavía dialogó”.

Su visión política es una de las más complejas que ha tenido el teatro mexicano, explicó Obregón. No hay director más brechtiano que Margules, aunque Ludwik abominada de la idea de izquierda de Brecht, pero tenía una enorme sagacidad para entender la complejidad de la realidad.

Otro de sus aportes, de la mano con lo anterior, fue la profundidad emotiva que alcanzó con sus actores, actuaciones que no se han vuelto a ver desde hace 20 años.

Margules fue un atípico artista del siglo XX, comentó el investigador y director Rubén Ortiz.

La conmemoración concluyó ayer con una conferencia magistral de Alejandro Luna.