l dirigente independentista radical Arnaldo Otegi fue liberado ayer por el gobierno español, tras cumplir condena de seis años y medio de cárcel que fue vista como la culminación de una persecución por sus ideas independentistas.
Aunque Otegi abandonó las filas de la organización armada independentista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) hace más de cinco lustros y desde entonces ha hecho política por las vías institucionales, ha sido sometido, junto con buena parte de los dirigentes independentistas vascos de izquierda, a una sistemática persecución por sus opiniones, y las organizaciones en las que participó, Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y Batasuna, fueron ilegalizadas.
En sus diversas estancias en la cárcel Otegi ha recibido el apoyo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de personalidades como los ex presidentes uruguayo, paraguayo y hondureño José Mujica, Fernando Lugo y José Manuel Zelaya; Noam Chomsky, Angela Davis, Tariq Ali, Desmond Tutu y Adolfo Pérez Esquivel, entre otros, y se ha hecho acreedor al Premio Gernika por la Paz y la Reconciliación por su aportación en la consecución de la paz en Euskal Herria
.
Si hasta el 20 octubre de 2011 el regular hostigamiento policial y jurídico a la izquierda abertzale pudo aferrarse a alguna suerte de justificación, se quedó sin ella cuando ETA anunció, en esa fecha, el cese definitivo de su actividad armada
. Ha sido evidente, desde entonces, que la persecución contra los dirigentes de la izquierda independentista vasca obedece a su decisión de buscar la autodeterminación de esa nacionalidad por las vías pacíficas y políticas.
Aunque tal persecución no ha cesado –como lo prueban los intentos de Carlos Urquijo, delegado en el País Vasco del gobierno español,por impedir que el dirigente liberado se expresara en público–, Otegi fue recibido en su natal Elgoibar (Guipúzcoa).
Allí se refirió a la necesidad de una autocrítica por parte de la izquierda abertzale, no porque lo digan en Madrid
, recalcó, sino porque nos debemos a este pueblo
vasco.
En el momento actual las causas regionalistas –la vasca y la catalana– tienen ante sí el gravísimo empantanamiento de la institucionalidad española.
Ayer mismo, en el Congreso de los Diputados se realizaba una sesión de investidura del socialista Pedro Sánchez, quien tratará durante los próximos 60 días, y sin muchas esperanzas, de integrar una mayoría gubernamental mínimamente estable. Parece poco probable, pues, que en los próximos meses vascos y catalanes encuentren en Madrid un interlocutor, así sea adverso, con el cual dirimir el conflicto.
Sin embargo, aun en tales condiciones cabe esperar que la excarcelación del dirigente independentista sea el preámbulo a la liberación de decenas de otros presos políticos de Euskadi, que el independentismo vasco logre concretarse en una fórmula política viable y nadie vuelva a ser llevado a la cárcel en España por apostar a la paz
, como le ha ocurrido al propio Otegi.