Editorial
Ver día anteriorLunes 22 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Bolivia: revés para Evo Morales
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egún los sondeos a boca de urna y del conteo rápido realizados tras el referendo realizado ayer en Bolivia, ganaría por un ligero margen (entre 51 y 52.3 por ciento) el no a una propuesta de modificación constitucional que permitiría al presidente Evo Morales presentarse para una nueva relección y, de ganar, permanecer en el cargo hasta 2025. Sin llegar a constituir una derrota como la sufrida por el kirchnerismo en Argentina en las elecciones presidenciales de noviembre del año pasado, ni la pérdida del Poder Legislativo por el chavismo en Venezuela el mes siguiente, el rechazo de los electores a permitir un nuevo periodo presidencial al actual mandatario constituiría, de confirmarse, el tercer golpe al hilo a los gobiernos progresistas que surgieron en Sudamérica durante las décadas pasada y antepasada, en tanto que para el ex dirigente de campesinos cocaleros y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), representa un primer fracaso electoral en una década de ejercicio gubernamental.

El resultado referido no significaría, por sí mismo, que el programa político, económico y social vigente en Bolivia fuera interrumpido, por cuanto el partido en el poder podría ganar las elecciones previstas para 2019 con un candidato distinto al actual mandatario. El rechazo ciudadano a permitir una nueva candidatura de Evo tampoco interferiría con su actual desempeño como jefe de Estado de aquí a entonces, ni le implicaría una pérdida significativa de poder. Pero sí debiera ser visto por el actual equipo de gobierno de La Paz como una señal de alerta ante el desgaste del poder, el debilitamiento de los vínculos entre la Presidencia y los electores y la persistente campaña de sectores oligárquicos locales y del gobierno de Estados Unidos en contra de las transformaciones puestas en práctica en el país andino en la última década.

La relección y la permanencia prolongada en el cargo presidencial han sido un rasgo común de los gobiernos referidos. Hugo Chávez ejerció la presidencia desde 1999 hasta su muerte (13 años); Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, sumaron más de 12 años en sucesivos mandatos (de 2003 a 2015) y Rafael Correa cumplirá en 2017 una década en la jefatura de Estado de Ecuador.

Es necesario tener en cuenta, sin embargo, que en contextos políticos e históricos distintos al de México la relección no es en sí misma un rasgo antidemocrático. En Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt acumuló cuatro mandatos presidenciales consecutivos y murió antes de completar el último. Antes y después de él ha sido frecuente que los mandatarios estadunidenses se mantengan ocho años en el cargo. François Miterrand fue presidente de Francia 14 años (de 1981 a 1995) y su sucesor, Jacques Chirac, pasó 12 en el Palacio del Elíseo; Felipe González fue presidente del gobierno español durante más de 13 años. Con esos antecedentes, resultan fariseas e insustanciales las acusaciones en contra de los sudamericanos a los que gobiernos y medios occidentales tildan de autoritarios por mantenerse en el cargo presidencial durante periodos similares.

Sin embargo, debe reconocerse que una de las debilidades de los proyectos con sentido social y soberano que se han desarrollado en Sudamérica ha sido su carácter fuertemente personalista y, por ende, su debilidad a la hora de renovar los más altos cargos del Estado.

Cabe esperar, finalmente, que el revés electoral sufrido ayer por el MAS boliviano sirva para revitalizar el proyecto transformador que se aplica en ese país e impulsar la consolidación de dirigentes capaces de relevar a Evo Morales en el liderazgo.