La visita papal
Constitución ignorada
Mal mensaje a gobernados
ás allá de las palabras, de las recomendaciones, de los sermones y de las bendiciones, la visita del jefe de los católicos a nuestro país dejará un verdadero lío institucional, que por más que se trate de ignorar estará ahí como el desacato de la autoridad a las reglas impuestas por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Nadie podría decir que Enrique Peña Nieto es un hombre al que le guste acatar las leyes; su campaña para llegar a la Presidencia de la República es la mayor prueba de ello, y aunque lo de ahora no impacte como algunas otras medidas tomadas por el mexiquense (sólo por recordar, se podría mencionar la reforma para vender el petróleo), el golpe a la muy deshilachada institucionalidad advierte que hoy más que nunca el poder no está sujeto a los preceptos que impone la Carta Magna, que juró respetar.
No podríamos decir, de ninguna manera, que Peña Nieto ignore lo que significa el concepto laico
(¿o sí?), ni las razones (de subsistencia de la independencia mexicana) que llevaron a que se asentara con énfasis la separación de la Iglesia y el Estado, por lo que hay quienes se atreven a decir que el acto en el que Peña Nieto recibe la hostia de manos de un cura (que no de Francisco) es un hecho mediático que busca componer los índices de aprobación del mandatario frente a los gobernados.
Por el contrario, hay otros que aseguran que el que tomó la hostia no es Peña Nieto, sino el Presidente de la República Mexicana, que tendría prohibido estar presente en cualquier acto de cualquier culto religioso, y que ha postrado al gobierno de México frente a un gobierno extranjero, por más que la visita tenga carácter pastoral y no de Estado.
Y frente a todo eso, alguna voz inteligente, y amiga, seguramente aconsejó al jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, que no asistiera a los actos religiosos que se efectuaron en la capital, y le explicaron por qué no debería llevar su investidura a esos lugares. Mancera hizo caso y se quedó al margen, aunque sí hizo lo que se hace a un huésped distinguido: le entregó las llaves de la ciudad, y estará presente para despedirlo.
Mancera es un hombre de leyes que entiende que lo escrito en la Constitución no debe mancillarse; por eso, nos cuentan, no fue difícil convencerlo de dejar vacío su lugar en los actos a los que se le había invitado, y eso habla bien del jefe de Gobierno. Lo malo es que varios de los miembros de su gabinete, sin hacer mucho caso del ejemplo que puso el mandatario, se peleaban casi a cachetadas por un boleto para asistir a cualquier acto en el que alguna cámara los tomara junto a Francisco. Ni modo, cría cuervos y te sacarán los boletos.
Ahora, lo que queda, y que deberá ser digno de una discusión en todos los sectores, es saber cuál es la utilidad de nuestras leyes y quiénes, entonces, están obligados a cumplirlas. El mensaje que se envía nos tiene confundidos, cuando menos.
De pasadita
Así que las cosas se recomponen en el PRD. Algún indiscreto miró al secretario de Movilidad del gobierno de la Ciudad de México y al jefe delegacional de la Gustavo A. Madero comiendo y, seguramente, tramando algo. Ninguno se sintió sorprendido por el indiscreto y hasta se tomaron la foto para acallar algunas voces que advertían que entre los dos ya no había acuerdo. Por eso decimos que ese par algo andan tramando. Hay que recordar que los acuerdos se logran con base en intereses comunes. ¿Queda claro?