Llegaron al reclusorio en la madrugada para saber el estado de sus internos
Hasta las 11:30 horas el procurador Roberto Flores presentó una lista de 20 fallecidos
Viernes 12 de febrero de 2016, p. 3
Monterrey, NL.
¡Ernesto García!
, gritaba una mujer de unos 40 años pegada a la reja. “¡Saúl, El Gordo!”, la secundaba otra que buscaba a su esposo. Grimaldo, soy tu mamá, ¿estás bien?
, decía una de la tercera edad con voz quebrada por el llanto.
Eran familiares de los reclusos en Topo Chico que protestaban a las puertas del penal para exigir a las autoridades que les informaran o los dejaran ingresar para corroborar que sus familiares no estuvieran muertos o heridos en el enfrentamiento ocurrido en esa cárcel de 69 años de antigüedad.
Desde la madrugada, pegadas a la malla ciclónica que rodea el reclusorio, docenas de personas, la mayoría mujeres, gritaban los nombres de familiares esperando escuchar una respuesta sobre los muertos y heridos de la matanza más grande en la historia de las cárceles de México.
Las mujeres lanzaban sus gritos buscando que recorrieran los 20 metros de campo abierto, treparan por los muros de concreto y llegaran hasta el dormitorio del aludido, pero del otro lado sólo había silencio.
Conforme transcurrió la madrugada se reunieron más familiares y durante casi 20 minutos decidieron bloquear la circulación de la avenida Aztlán y Rodrigo Gómez.
Aquí vamos a quedarnos bloqueando hasta que nos den respuesta, queremos saber cómo están nuestros familiares, porque nos están diciendo que hay más de 50 muertos y ninguna autoridad nos responde
, dijo Ernestina Grimaldo, vecina de la colonia Topo Chico, quien tiene un hijo en el reclusorio.
Cerca de las 9 horas, el número de inconformes llegó casi a 500 y apostados en el portón principal de la prisión empezaron a empujarlo, luego lo golpearon con palos y lanzaron piedras, gritando mentadas de madre hasta que las autoridades decidieron abrirlo y pedirles calma y paciencia.
Era lo único que la gente no tenía. Había impotencia, desesperación y miedo.
También hambre, sed y calor, porque permanecieron de pie desde el amanecer sobre la plancha de concreto.
Altagracia Vázquez Valdez, una quinceañera vestida con uniforme escolar, pedía a gritos información, mientras levantaba una cartulina con el nombre de su hermano Gerardo.
Ya son muchas horas que tenemos aquí y no nos dicen nada, queremos que los dejen (a los internos) hacer una llamada telefónica para que nos digan si están bien. Están dejando pasar a la gente pero nomás de cinco en cinco y así nos vamos a tardar todo el día
, dijo la joven.
Con el portón abierto, los elementos de la policía estatal Fuerza Civil formaron una valla para impedir el paso y aguantaron insultos, empujones, gritos y el calor de una mañana plena de tensión.
A gritos, porque el altavoz que llevaron no funcionó, los uniformados pedían calma, pero era como inyectar gasolina a una hoguera.
Mi hermano sí está bien, sólo me dejaron verlo unos minutos para ver que está vivo y luego luego me sacaron, que por que hay que darle chance a los demás que entren
, dijo José Eduardo González, una de las personas que pudo entrar al penal.
A las 11.30 horas, el procurador Roberto Flores dio a conocer la primera lista con los nombres de 20 fallecidos y los medios la replicaron en sus portales. Frente al penal, una mujer subió a un muro para hacer lo que correspondía a la autoridad: leerla. Al hacerlo provocó llanto, crisis de histeria y desmayos.
María Carmina Sánchez Macías estalló en un grito salpicado de lágrimas cuando supo que su hermano Darío estaba en el recuento de víctimas mortales.
Me acaban de decir que mi hermano está entre los muertos, mi esposo ya no pudo verlo. Nosotros somos de Pesquería (municipio ubicado a 70 kilómetros de Monterrey), le traía el lonche y veníamos a verlo
, dijo la mujer antes de recibir atención de paramédicos de la Cruz Verde, porque se desmayó.
Al caer la tarde las autoridades pegaron en un muro dos hojas con la lista de personas fallecidas. Ahí llegó José Luis Flores, un campesino de avanzada edad que se acomodó los lentes para leer y a los pocos minutos se los quitó para limpiarse las lágrimas de su llanto silencioso.
Cuando se tranquilizó un poco volteó a ver al hombre que estaba a su lado y le preguntó: Oiga ¿usted no sabe dónde venden cajones (ataúdes) baratos?
.