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El austriaco se cruzó en París con un afrocaribeño y por eso creó al mulato Monostatos

Creen que Mozart se vengó de un rival en la ópera La flauta mágica
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Retrato de Joseph Bologne, chevalier de Saint Georges (1745-1799), realizado por Mather Brown en 1787, y escenas de La flauta mágica (imágenes tomadas de Internet). La famosa obra de Mozart, que será interpretada por la Ópera Nacional Inglesa del 5 de febrero al 19 de marzo, es una búsqueda del amor, luz y sabiduría, en un mundo en el que nada es lo que parece; así anuncian esa producción, con dirección artística de Simon McBurney
The Independent
Periódico La Jornada
Miércoles 10 de febrero de 2016, p. 5

Londres.

Por lo regular, las historias sobre la ópera requieren suspender la incredulidad. Pero aun así Die Zauberflöte (La flauta mágica) de Mozart presenta más dificultades de las que en justicia corresponderían, pese a la belleza de su música. Una de las menos agradables es un villano llamado Monostatos, que es negro. Primero es el sirviente del sabio Sarastro, y enemigo de nuestro héroe Tamino, quien se propone rescatar a Pamina, la hija de la malvada Reina de la Noche. Luego intenta raptar a Pamina y por último jura lealtad a la Reina, quien le promete darle a Pamina como recompensa.

La mayoría de las producciones actuales (entre ellas la puesta de la Ópera Nacional Inglesa, de Simon McBurney, que se revive este febrero) dan la vuelta al color estipulado de Monostatos. Pero ¿por qué Wolfgang Amadeus Mozart y su libretista, Emanuel Schikaneder, crearon un personaje negro?

Aunque encontrar personas de otras razas no era precisamente un acontecimiento cotidiano en la Viena del siglo XVIII, Mozart se había cruzado con cierto individuo de progenie afrocaribeña años antes, en un contexto que pone en cuestionamiento la motivación detrás de Monostatos.

El Mozart negro

En 1778, a los 22 años de edad, Mozart fue a París con su madre, Maria Anna, para tratar de hacer carrera allí. La vida musical francesa giraba en torno a la corte real. Luis XVI había asumido el trono en 1774 y la música estaba entre los principales placeres de la reina María Antonieta. Mozart la había conocido en 1762, cuando era un niño prodigio de seis años que tocó para la corte en el palacio Schönbrunn de Viena y ella era la princesa María Antonia, hija de la emperatriz María Teresa de Habsburgo y del sacro emperador romano Francisco I. Mozart, cuenta la leyenda, resbaló en el piso de madera; la princesita, de siete años, lo ayudó a levantarse; él la besó y le dijo que le gustaría casarse con ella.

Entrar en la sociedad francesa como músico adulto era otra cosa. Mozart detestaba París. Los franceses le parecían terriblemente arrogantes, de una escandalosa inmoralidad general, y sentía que no entendían nada sobre música.

Un músico figuraba entre los acólitos cercanos de María Antonieta como su maestro de ese arte. Once años mayor que Mozart, era una celebridad local como violinista y compositor, y también como espadachín. Se llamaba Joseph Bologne, chevalier (caballero) de Saint-Georges (1745-1799), y era mulato, hijo ilegítimo del dueño de una plantación en la isla Guadalupe y una joven esclava africana. Su padre, George Bologne, de Saint-Georges, había llevado al muchacho a París y procurado que recibiese la educación más esmerada. Al caballero de Saint-Georges lo llaman a menudo el Mozart negro (como en el documental En busca del Mozart negro, de Chi-chi Nwanoku, en la Radio 4 británica) y el presidente estadunidense John Adams lo consideró el hombre más talentoso de Europa.

Tenía en común con Mozart un contacto importante: el barón Von Grimm, escritor, diplomático y secretario del duque de Orleáns. Grimm había quedado asombrado por el prodigio Mozart cuando la familia musical de Salzburgo visitó París en 1863; por tanto, cuando Mozart y su madre llegaron, en 1778, Grimm estuvo encantado de servir de representante y mentor al músico. Pero en julio la madre de Mozart, Maria Anna, enfermó y murió. Grimm, que vivía en el palacio ducal, se llevó al afligido compositor a quedarse con él. Y otro residente del palacio era nada menos que el chevalier.

Así, mientras Mozart se hallaba en el fondo anímicamente –de luto, solo, luchando con el idioma y sin que se materializaran pagos prometidos por encargos–, habrá encontrado bajo el mismo techo a Saint-Georges, quien a los 33 años de edad era exótico, brillante, establecido, relajado, popular con las damas y cercano a la reina. Todo lo que Mozart no era. Además, dirigía una de las mejores orquestas de Europa –Le Concert des Amateurs–, en tanto las sinfonías de Mozart recibían ejecuciones de inferior calidad en el Concert Spirituel. El austriaco tenía sobrados motivos para estar celoso de ese talentoso y exitoso colega mulato, y dentro de la sociedad racista de su época.

Desde luego, el libreto de La flauta mágica no es de Mozart, sino de Schikaneder, escrito en 1791. ¿Por qué habría Schikaneder dado un golpe de refilón a Saint-Georges al crear a Monostatos, el lujurioso compinche de una reina malvada? Bien, por lo regular la ópera es un arte de colaboración. El genial compositor y el empresario teatral eran amigos desde 1780, apenas dos años después de la llegada de Mozart a París.

Al final, Monostatos y la Reina de la Noche son destruidos misteriosamente. Para cuando la ópera se estrenó, en septiembre de 1791, la monarquía francesa se encontraba bajo amenaza. Ese diciembre, Mozart falleció. El septiembre siguiente, la Convención Nacional de Francia instauró la república. María Antonieta fue guillotinada en septiembre de 1793.

La historia de Saint-Georges tuvo un fin prematuro, aunque menos que la del propio Mozart. Luego de sobrevivir por un pelo a la revolución francesa –fue hecho prisionero y amenazado con la ejecución–, y de regresar de aventuras militares en Santo Domingo, el caballero vivió en semirretiro en París, donde intentó volver a fundar una orquesta. Hacia el fin de mi vida me consagré en particular al violín, dijo. Nunca lo había tocado tan bien. Murió a los 53 años, después de dedicar sus últimos años a la música.

A menos que aparezca un tesoro de cartas desconocidas de Mozart, probablemente jamás sabremos si Monostatos fue la venganza del compositor contra París, servida bien helada.

La flauta mágica se representa en el Coliseum de Londres hasta el 19 de marzo.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya