l presidente argentino, Mauricio Macri, no esperó siquiera a tomar posesión del cargo para enzarzarse en una confrontación con el derrotado peronismo progresista de su antecesora, Cristina Kirchner: el mandatario ensució su propia asunción querellándose con la presidenta saliente por un asunto absurdo y provocó con ello una alteración institucional menor, pero significativa: fue un jefe de Estado provisional, que duró menos de 12 horas en el cargo, el que le transmitió el mando.
Más allá de los ceremoniales, Macri empezó a desmontar rápidamente el legado de soberanía y estado de bienestar construido durante los 12 años de los mandatos kirchneristas y dejó ver muy pronto su talante autoritario y antidemocrático y su poca disposición a observar el marco legal del país.
Por principio de cuentas, el presidente derechista redujo drásticamente los impuestos a la exportación de productos agropecuarios, en particular de soya, trigo, maíz, sorgo, girasol y carnes, lo que constituye un grave retroceso en los mecanismos de redistribución de la riqueza y de financiamiento del Estado que fueron echados a andar desde 2008. El favor a los grandes agroindustriales tendrá un impacto en las finanzas públicas que deberá ser compensado con un incremento a los impuestos sobre la renta, según explica el nuevo gobierno.
Otra medida inaugural que ha causado la crítica casi unánime de la sociedad argentina fue la designación irregular de dos magistrados de la Corte Suprema al margen del Poder Legislativo. Con esa decisión autoritaria el nuevo huésped de la Casa Rosada evitó llamar al Congreso a una sesión extraordinaria, sabedor de que la mayoría senatorial opositora podría vetar las propuestas de ambos jueces, veto que de todos modos puede ocurrir en marzo próximo, cuando el Senado reinicie sus sesiones ordinarias.
Ayer, por otra parte, el gobierno levantó toda restricción a la compra de divisas, con lo cual puso fin a cuatro años de control cambiario. Así, los particulares, que sólo podían adquirir 2 mil dólares mensuales, podrán comprar hasta 2 millones de dólares cada mes. La medida conllevará, previsiblemente, a una rápida devaluación del peso argentino. De la magnitud de la depreciación dependerá el impacto político de la decisión.
En suma, a unos pocos días de haber iniciado, el gobierno de Macri exhibe su determinación de liquidar los lineamientos progresistas, soberanistas y sociales del kirchnerismo y de conducir al país hacia los postulados neoliberales que le fueron impuestos en la década antepasada durante los gobiernos de Carlos Menem. Se asiste, pues, a un empeño restaurador de recetas que hundieron a Argentina –y a la mayoría de los países de la región, México entre ellos– en el estancamiento económico, la desigualdad lacerante, el desempleo, el incremento de la pobreza, la corrupción y la dependencia política y financiera.
Cabe preguntarse si la sociedad y las instituciones argentinas permitirán semejante cambio de dirección o si, por el contrario, las estrategias del nuevo mandatario habrán de enfrentar resistencias que impidan una completa recaída de Argentina en el desastre neoliberal.