Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Donde habita la danza

H

oy, como en tiempos remotos, la danza habita en el corazón de la humanidad.

A través del épico viaje de la historia, desde el burdo golpeteo rítmico en la tierra del hombre prehistórico hasta las más sofisticadas obras de la inventiva del artista escénico en el dominio de su expresión sorprendentemente infinita, la danza nunca ha dejado de palpitar en la propia estructura sicofísica de la criatura humana, y, sin duda, desde el Homo sapiens.

En poderosa mezcla con el arte y la cultura, el rito y el folclor, la danza, sin duda, nunca ha dejado de palpitar y parece haber llegado a la perfecta e interminable expresividad, cada vez más audaz y sofisticada del cuerpo humano.

En ella nace el lenguaje corporal, la poesía del movimiento, el ácido de la intriga, o simplemente el triunfo de la existencia en la arquitectura física de la danza; su fluidez y desarrollo en la infinita variedad de formas, ritmos y secuencias de increíble simbolismo e ingenio; movimientos, combinaciones de imagen fugaz e impactante, impresas en pueblos y culturas con su distintiva característica estructura y simbolismo.

La danza, incontenible, en algún aciago instante de su historia osaron prohibirla, rechazar su portentosa dinámica a través de la intolerancia el prejuicio y el castigo, en el que, naturalmente, la mujer, su belleza y su gracia, es convertida en culpable, diabólica bruja, tentación nefasta del demonio en la pecadora carne del cuerpo; hija del mal, la tentación perversa para la religiosidad y el misticismo de sociedades profundamente reprimidas.

Sin embargo, en la actualidad, cuando se vive con mayor apertura y menos prejuicios, aún perdura entre muchísimas personas la burla, el disimulo, el recelo y la incomprensión hacia la danza y su gente; piensan que solo es cosa de mujeres, denotando intolerancia, pero, sobre todo, pasmosa ignorancia.

Resabios profundos de antiguo origen sembraron en el alma humana hondo rechazo hacia la gente creativa y espontánea que amaba danzar.

Más vale tener un hijo en el ejército, sacerdote o comerciante, que bailarín, o una bailarina, que significa ligereza y diversión, pues es evidente que las artes han dado generoso refugio y abrigo a extraordinarios personas en todas sus manifestaciones, que son orgullo de la humanidad, ya que son ellas en gran medida, como en la ciencia, las que han impulsado y expresado el valor de la criatura humana, el arte y la cultura, la civilización.

Vale la pena recordar y afirmar rotundamente que el impulso de la danza se ha demostrado durante siglos en los bailes guerreros, de fecundidad o místicos desde que se tiene memoria de la expresión corporal humana.

Algunos saben expresarse por medio de los movimientos del cuerpo en la danza ordenada, sincronizada con el ritmo de la vida, el pálpito del corazón, o la estricta técnica académica. Es saber encontrar la forma natural de la danza en el propio cuerpo natural y auténtico, pues así, es extraordinariamente valida y espléndida; transmitir en un instante el lenguaje del espíritu, las pasiones o el ensueño del amor, la alegría de la existencia, pertenece a todo ser viviente, incluso a los animales que realizan en el ritual de la fecundación y conquista una verdadera danza amorosa.

La danza, entonces, para mí significa la divina sustancia inmaterial del espíritu humano en el movimiento corporal habita nuestro cuerpo en su esencia breve, fugaz e irrepetible eternamente latente.

Por tanto, la danza habita en la piel, el corazón y el alma humana desde su más lejano origen. ¿Bailamos?