n un sorpresivo viraje con respecto a los sondeos previos, en los comicios presidenciales realizados ayer en Argentina el derechista opositor Mauricio Macri (Cambiemos), actual alcalde bonaerense, estaba en un virtual empate con el aspirante oficialista, el ex vicepresidente Daniel Scioli (Frente para la Victoria).
Al cierre de esta edición, con 92.30 por ciento de las casillas computadas, Scioli lograba 36.33 por ciento de los sufragios, y Macri, 34.80 por ciento. Con esos datos, y habida cuenta de que ninguno de los aspirantes punteros logró el 40 por ciento de los votos ni una distancia de más de 10 por ciento con respecto a su más cercano competidor, Macri y Scioli deberán medirse en una segunda vuelta a realizarse el próximo 22 de noviembre.
El vuelco implica, en primera instancia, una severa derrota política para la presidenta Cristina Fernández y para el proyecto kirchnerista en general, cuya continuidad se ve puesta en entredicho sea cual fuere el triunfador del próximo balotaje. En efecto, aunque postulado por el oficialista Frente para la Victoria, el empresario Scioli es considerado un hombre mucho menos comprometido que los Kirchner en lo social, en lo económico y en las políticas integracionistas y soberanistas que han caracterizado a la Casa Rosada en los últimos 12 años, de modo que si logra vencer a su oponente en el desempate del mes entrante es probable que su gobierno aplique un freno a las políticas progresistas puestas en práctica a partir de 2003, año en que alcanzó la presidencia el hoy finado Néstor Kirchner, y que han sido continuadas por su esposa a partir de 2007.
Si, por el contrario, el triunfador fuera Macri, la salida del poder del Frente para la Victoria conllevaría la completa destrucción del programa kirchnerista. Lo cierto es que, tras el inesperado rebase del aspirante oficialista por el opositor, las perspectivas del balotaje resultan inciertas: el futuro político de Argentina es, pues, una moneda en el aire de la que depende, en buena medida la viabilidad del proceso de integración y cooperación que tiene lugar en Sudamérica, de por sí afectado por las crecientes dificultades que afrontan los gobiernos de Brasil y Venezuela.
El lapso que se abre de aquí al 22 de noviembre será un periodo de necesaria revisión de lo realizado y lo ocurrido durante los gobiernos de la pareja Kirchner-Fernández, pero es posible, desde ahora, apuntar algunos de los factores que han conducido al sorpresivo desenlace de la elección de ayer: en primera instancia, el inevitable desgaste experimentado por el grupo gobernante durante 12 años de ejercicio del poder, incluidos los casos de corrupción; la desfavorable circunstancia económica internacional y nacional, y el acoso permanente de los medios informativos oligárquicos sobre la administración pública. Será, en suma, un lapso de intensa reflexión política para los argentinos.