nte el irreversible proceso del gobierno federal de replantear el futuro de la educación con criterios modernistas o aperturistas, que de paso llevan al desmantelamiento del compromiso público y laico que se originó en el cardenismo, al parecer las escuelas normales serán las últimas instituciones en resistencia para preservar ese sentido histórico y de justicia social que caracterizó esa olvidada etapa del país.

En plena restauración priísta, la educación pública sufre el embate no sólo de las instituciones gubernamentales –que han convertido al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en un sustituto de la propia SEP– sino de empresas como televisa y organismos ligados a la iniciativa privada, como Mexicanos Primero.

La prioridad de este proyecto es la desaparición de las escuelas normales y la unificación de las urbanas y rurales como instituciones análogas, sin reparar en elementos étnicos, lingüísticos y culturales, ignorando orígenes distintos, propósitos específicos y formas diversas de organización.

De ahí que el sindicato de la decana Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen luche de manera permanente por mantener vigente la fuerza pedagógica de la práctica docente y el respeto a los derechos laborales del magisterio normalista, un sector que tras el episodio de Ayotzinapa se volvió incómodo para el Estado mexicano.

En vías de extinción porque, al igual que las demás escuelas normales, no recibe partida presupuestal alguna de la Federación ni del gobierno estatal para su sostenimiento y desarrollo académico, la Enrique C. Rébsamen atraviesa una delicada etapa de subsistencia mínima gracias a la iniciativa de sus trabajadores; sus directivos demandan foros de consulta, participación ciudadana y acciones colectivas para garantizar su permanencia como instrumento institucional y humano para contener la privatización de la educación pública del país.