uenos Aires. Autor de La anomalía kirchnerista (Planeta, 2013), compilación de ensayos de alto voltaje conceptual, el titular de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, Ricardo Forster (RF), dice a La Jornada:
–Con la recuperación de la democracia, el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-89) sentó en el banquillo de los acusados a los responsables del terrorismo de Estado. Sin embargo, el alfonsinismo partió de la premisa de que la dictadura había borrado a la generación de la revolución. Y tanto la borró, que en los juicios contra los genocidas las víctimas fueron invisibilizadas. No había habido compromiso político, militancia, resistencia, lucha guerrillera. Sólo desaparecidos
. Y al empezar el decenio de 1990, cuando el neoliberalismo puso contra la pared los proyectos de izquierda y nacional populares, el menemismo indultó a los responsables del terrorismo de Estado.
–¿Cuál fue la propuesta de Néstor Kirchner en 2003?
RF: El kirchnerismo no sólo ha sido una fuerza política, sino también un relato de la historia que liberó fuerzas que estaban obturadas en la sociedad, v. gr.: luchadores sociales e intelectuales críticos que andaban dispersos, fragmentados, desvinculados, con sus lenguajes destrozados y que veían la política como una actividad nauseabunda. En este sentido, el kirchnerismo no se propuso discutir únicamente el presente de la política, sino redefinirla en relación con las estructuras simbólicas y alegóricas de nuestra memoria.
–¿Qué actitud asumieron las izquierdas no peronistas?
RF: Algunas sintieron que Kirchner les quitaba sus banderas, y otras entendieron que volvía a abrir aquellos debates ferozmente interrumpidos por el terrorismo de Estado. Para las izquierdas, Argentina es una anomalía. Los procesos de Bolivia, Ecuador y Venezuela se definen de izquierda, y uno diría que el de Argentina no lo es. Sin embargo, en varios aspectos ha sido el más radical.
–Durante la crisis de 2008, frente a la ofensiva golpista del sector agroexportador, las izquierdas latinoamericanas guardaron silencio, reditando una conducta similar a la mostrada en la época del terrorismo de Estado…
RF: Claro. Pero ahí el equívoco lleva el nombre de peronismo. Y también tiene que ver con cierto ombliguismo que piensa la realidad de manera autorreferencial. En los intelectuales europeos, y en muchos latinoamericanos, subyacen fuertes prejuicios hacia el populismo. Actitud que no han desmontado ni piensan desmontar, pues si el populismo está para ellos más cerca de la xenofobia derechista, nacionalista, fascistoide, el peronismo, que sería su más pura destilación, no puede ser de izquierda. Un pensamiento esquemático y propio de los que tienen resuelto todo de antemano.
–¿Ombliguismo argentino?
RF: En las izquierdas, y en la tradición del peronismo, el latinoamericanismo había sido una retórica en la que afirmar nuestra pertenencia a América Latina quedaba bien. La cultura hegemónica se sentía más cercana de los debates europeos. Por formación, salvo los que tuvieron la posibilidad de vivir en otros países latinoamericanos vía exilio o lo que fuere, pocos se ocupaban de América Latina. Los intelectuales permanecían más ligados a Estados Unidos o Europa, vistos como faros civilizatorios o emancipadores. Ahí estaba todo: los libros, los mitos, la revolución, el capitalismo, el socialismo, la cultura, la industria cultural. Y salvo en la forma del turismo, América Latina era un lugar desconocido. La mitologización de lo nacional popular vino después, con el encuentro de la mayoría de los militantes de la izquierda peronista con las tradiciones nacional-populares y el marxismo.
–¿Cambió el kirchnerismo la percepción de lo latinoamericano desde Argentina?
RF: Del brutal desconocimiento de otras épocas, se avanzó bastante. Es verdad que en otros momentos de nuestra historia hubo una relación más estrecha con fenómenos que acontecían en otros países latinoamericanos. Pero, con señales muy potentes, el kirchnerismo dio un giro espectacular, colocando a Argentina en un lugar en que nunca había estado: el no al Alca en Mar del Plata (2005) y las relaciones con Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y José Mujica fortalecieron nuestras relaciones con América Latina.
–¿Cree usted que chavismo y kirchnerismo son vasos comunicantes?
RF: Hugo Chávez fue una figura fascinante y fantástica de este periodo histórico. El líder de la revolución bolivariana comprendió la necesidad de generar las condiciones de un pensamiento y de una historización latinoamericanista que no existía. O que existía en los cenáculos de los eruditos, de los estudiosos de la literatura, del pensamiento y la historia.