El Caifán ofreció su concierto anual
Lunes 31 de agosto de 2015, p. a15
Óscar Chávez es nuestro Johnny Cash, nuestro Leonard Cohen
, expresó Dr. Shenka, voz y líder del Panteón Rococó, invitado por el Caifán mayor a su concierto anual consecutivo número 18 en el Auditorio Nacional, la noche del pasado sábado, en el que cantó 32 de sus románticas y tradicionales melodías, de amor que se convierte en infierno y de claridad sobre la explotación y abuso de los ricos hacia las mayorías.
Óscar Chávez celebra también sus 80 años de vida y se mantiene en sus ideas sociales que forman una obra sólida, poética, desde el otro punto de vista. Y no estamos ni en Televisa, ni en Tv Azteca, ¿eh?
, dijo a su público, en buena parte integrado por contemporáneos que lo escuchan desde los mítines estudiantiles en Ciudad Universitaria, en 1968, en su papel de galán nocturno en Los Caifanes, cinta emblemática de Juan Ibáñez, o en los festivales de Oposición, con la izquierda zurda de verdad. Eran los años del Manifiesto Comunista, del Programa de Transición, del dilema de la revolución permanente, del todo o nada, del somos o no somos de Sartre.
Toda la vida
Aún le piden que cante sus parodias, como la dedicada a Fidel Velázquez. Óscar le adecuó el bolero Toda la vida: “Toda la vida estaré en la CTM…”
Al Auditorio llegaron admiradoras, unas en sillas de ruedas empujadas por sus hijas e hijos, que no se cansaron de pedirle Por ti, ¡para mi mamá!
El Estilos caifanesco se curó en salud y aclaró que el repertorio lo había definido el público por medio de una consulta en redes sociales. Esto porque en años anteriores su afán de no repetirse y de proponer cosas nuevas desesperaba a sus masas, que lo tienen como Osco y no como Óscar. Esa noche no pasó así.
Entraron sus músicos, apoyados ahora por la guitarra maestra del yucateco Jorge Buenfil, y abrieron con Quiero queriendo, Mariana, con química, botánica y sistema decimal, La Llorona, Flores negras… La voz no le salía diáfana. Se esforzaba y, simplemente, no salía. Miedo de amar, a dúo con Jorge Buenfil; fue tan sólo una pausa para subrayar lo que pasa en el presente. Anunció que cantaría, de su autoría, Se vende mi país, que ironizó al afirmar que los gobiernos se empeñan en mantenerla vigente. En ese momento los escuchas le aplaudieron y la empatía se hizo una atmósfera.
Le pidieron que cantara La casita y comentó que le era difícil, porque no acaba de escribirla. “Ya llevo como 40 estrofas y sigue saliendo. La casita siempre la tengo en obra negra. Sólo les voy a cantar unas tres estrofas, si no, no salimos hoy”.
La gente se carcajeó con la letra, alusión directa a la llamada Casa Blanca, regalo de una televisora.
Despidió la primera parte del concierto con Por ti, coreada por miles, y se sabe que el amor es un estado de enfermedad.
El regreso fue una sorpresa permanente. Sin más, al cantar Lágrimas negras le hizo segunda David Haro, quien siguió con Mozambique. Chávez cantó con él y la voz había mejorado ostensiblemente. Se hizo una bohemia con Será mañana, Que me lleve tristeza, que Rafael Mendoza definió como un homenaje a Marcialito, a Marcial Alejandro. Mendoza interpretó Está creciendo el río, rola política alejada del panfleto, en la que escribe que el gobierno ya está llenando el buche.
La recta final, con La Ixhuateca, una de las más esperadas. Alta traición, poema de José Emilio Pacheco.
Entró el Panteón y la mecha ardió con Marcos Hall, que provocó que muchos alzaran el puño. En todos los casos Óscar Chávez hizo dúo. Shenka y amigos cantaron Fuera del mundo en una versión skasera.
El final fue de película: Hasta siempre, Macondo, Flor de azalea y Un año más sin ti.