Martes 11 de agosto de 2015, p. 3
La consultoría Cambridge Energy Research Associates (CERA), fundada por Daniel Yergin, ideólogo de la seguridad energética de Estados Unidos, en la que también participa como vicepresidente el embajador Carlos Pascual, jugó un papel muy importante en el diseño de la reforma energética de México a nombre del Departamento de Estado de Estados Unidos, consideró Rosío Vargas Suárez, internacionalista de la UNAM.
La también integrante del Sistema Nacional de Investigadores explicó que se aprovecha la convergencia de los 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para justificar y organizar este cambio que es la reforma energética, pero ya antes el embajador Carlos Pascual venía dejando ver desde el Departamento de Estado de Estados Unidos este proyecto geopolítico.
Explicó que no es sólo esta consultoría, que ahora se llama IHS CERA, sino que hay otros tanques de pensamiento
en los que hay grupos o coaliciones que representan el establishment, como el encabezado por Tony Garza, que defienden los intereses texanos, y el de Duncan Robert Wood, académico del ITAM, que lidera en México el Centro Woodrow Wilson. También está el Atlantic Council, entre otros.
Ejercer el poder de control energético
La académica, cuyo tema de investigación es el sector energético de Estados Unidos y su implicación para México, afirmó que Carlos Pascual es un agente clave, porque es el encargado en el Departamento de Estado de manejar los asuntos de energía a escala internacional, clave en el reposicionamiento hegemónico de Estados Unidos.
Es decir, a partir de reconocer esta abundancia de recursos “ellos dicen: tenemos un nuevo poder y vamos a ejercerlo justamente utilizando a Canadá y a México para fortalecer este poder y vamos a reorganizar mercados petroleros y a estabilizar los precios. Piensan en ejercer el poder de controlar rutas de negocios, el comercio de gas natural líquido, y modificar su política para permitir las exportaciones. Es todo un proyecto a escala mundial de reposicionamiento.
“México entra como participe dentro del proyecto de integración energética de América del Norte y justamente la idea es hacer producir al máximo a Canadá y a México para tener esta oferta superabundante que permita este reposicionamiento hegemónico de Estados Unidos. El proyecto de Carlos Pascual se refiere al manejo del crudo, la electricidad, el gas shale y para aguas profundas”.
Vargas Suárez es autora del libro El papel de México en la integración y la seguridad energética de Estados Unidos, en el que da las pautas exactas de lo que está sucediendo.
En el texto queda claro que quien estaba cabildeando esta reforma era Carlos Pascual desde el Departamento de Estado, y este diplomático curiosamente ha estado en Polonia y Ucrania reorganizando el marco regulatorio para el gas shale, que es el proyecto geopolítico de Estados Unidos.
Entonces, no es extraño que ahora vuelva a aparecer Carlos Pascual en reuniones que organiza la consultoría CERA, que preside Daniel Yergin, quien es el cerebro de la seguridad energética de EU
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Rosío Vargas cita la reciente reunión celebrada el 23 de julio de 2015 en la Casa de Representantes para Asuntos Exteriores de la Subcomisión del Comité para el Hemisferio Occidental, en la que desde el Departamento de Estado el embajador Carlos Pascual reconoce los beneficios que traerá la apertura energética en México para Estados Unidos, en términos de negocios, empleo y alineamiento estratégico; de ahí su recomendación para que México revise los términos en que oferta sus recursos petroleros.
Para ello el embajador Pascual propone cuatro cosas: clarificar las causas que limitaron los alcances de esta primera etapa de la ronda uno, al sugerir lo que el gobierno mexicano podría mejorar ante la circunstancia de que los inversionistas internacionales no tienen conocimiento de los activos del país y no saben cómo funciona México.
Por ello, México debería transparentar sus activos, los contratos, los términos fiscales, los negocios locales, la seguridad, ofrecer retornos que atraigan capitales, aun cuando la industria internacional recorta gastos de inversión.
En segundo término, sugiere que los campos petroleros ofertados fueron pequeños y quizá no de mucho interés para las grandes compañías internacionales.
En tercer término: los contratos se ofrecieron por cuatro años con dos de extensión, sin embargo, algunas compañías pudieron haber querido términos más amplios en el contrato para desempeñar una exploración extensiva, tal como si hubiera existido un complejo como el Presal, capaz de ser explotado a niveles mayores de profundidad
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En cuarto lugar señala que las ofertas mínimas del gobierno pudieron haber sido influidas por los históricos costos de producción de Pemex, menores que los de los potenciales inversores.