n días pasados se han divulgado en las redes sociales infundios según los cuales en la administración de La Jornada habría tenido lugar un desfalco millonario, que para cubrirlo se pretendía recortar en 40 por ciento los salarios del personal y, en suma, que nuestra publicación estaría en el límite de su viabilidad. Esas versiones calumniosas fueron retomadas por algunos medios, lo que generó inquietud en nuestros lectores, preocupados por la situación del diario y conscientes de su relevancia como instrumento informativo de la sociedad. No pocos de ellos han formulado expresiones de solidaridad y simpatía, las cuales agradecemos y valoramos en la medida en que reafirman el vínculo ya histórico que se ha establecido entre La Jornada y su público.
Para honrar su compromiso con los lectores y con la sociedad en general, es necesario despejar la zozobra que pudiera haberse creado y compartir algunas precisiones y reflexiones.
Para empezar, la campaña de calumnias se presenta en momentos en que la gerencia de Demos, Desarrollo de Medios SA de CV, empresa editora de este diario, y el Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor) llevan a cabo un proceso de revisión contractual, como ocurre cada dos años. La negociación se realiza en los términos pactados por la empresa y por la representación de los trabajadores y, si bien existe un emplazamiento a huelga, cabe precisar que tal circunstancia es habitual en estos procedimientos, y que se tiene la perspectiva de llegar a un acuerdo viable, del cual están de antemano excluidos los recortes de personal (que nunca se han producido en este medio) y las reducciones salariales mencionadas en las versiones que corren.
Por otra parte, no es ningún secreto que, como ocurre con los pocos medios independientes del país –los que no forman parte de grandes corporaciones ni cuentan con el respaldo tácito de grupos de interés–, la gestión empresarial de La Jornada se desarrolla en circunstancias especiales por la naturaleza misma de nuestro periódico.
Sería pecar de ingenuidad ignorar que la difusión de calumnias parece orientada a acentuar y agravar las circunstancias mencionadas, especialmente en un periodo caracterizado por el acoso a los medios informativos que no someten su línea editorial a los poderes económicos y políticos y que dan cobertura cotidiana a los problemas de los ciudadanos y a las luchas sociales de diverso signo.
Resulta significativo, además, que cuando el país enfrenta una situación tan incierta y preocupante como la presente, en la que sobran asuntos graves y temas noticiosos de primordial importancia, se busque convertir en noticia una negociación regular entre los trabajadores y la empresa editora de La Jornada, agregándole truculencias inexistentes y fabricaciones difamatorias.
Agradecemos a los medios informativos y comunicadores que dieron cuenta de la postura de La Jornada ante la campaña de maledicencias en su contra. Reafirmamos nuestro compromiso de seguir registrando el acontecer nacional desde una perspectiva plural, propositiva y crítica, como hemos venido haciendo durante más de tres décadas, así como de seguir ofreciendo una tribuna a los sectores y actores sociales que carecen de ella. Refrendamos la fidelidad a la línea editorial que nos caracteriza desde la fundación del diario y damos las gracias, desde luego, a nuestros lectores, que son y seguirán siendo la razón de ser de nuestro trabajo cotidiano.