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Melón

Los rumberos de nacimiento

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Afrocuba de Matanzas actuó en el Teatro de la Ciudad, dentro de las actividades del Festival Centro HistóricoFoto Anna Bruce
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l jueves 2 de abril se presentó en el Teatro de la Ciudad una producción de Discos Corason para el Festival Centro Histórico 2015, con Afrocuba de Matanzas, que me encantó y me trajo recuerdos a granel. Así que vamos por partes.

Mi querido enkobio, permítame llevarlo en mis recuerdos y viaje conmigo hasta 1957, año que, en compañía del antecedente de Lobo y Melón, el Sensación Combo, grabamos un álbum con Silvestre Méndez y algunas incrustaciones, como Manolo Berrío, Juan José Gárciga, El Gallego de Matanzas, Yeyito Iglesias, Pablito Zamora Peregrino, en el tres, y Chocolate. El título fue Silvestre y su tribu, que conservo como algo muy preciado, independientemente de lo musical. Lo tengo gracias a Gilda, la hija de Silvestre.

Al año siguiente, en el centro nocturno Los Globos, se presentó un espectáculo con el nombre de Obakoso Batá, con la dirección de Luis Trápaga; la actuación de los tambores batá de Giraldo Rodríguez, Gabino Fellove y Chucho, del que no recuerdo el apellido; la voz de Adriano, hermano de Giraldo; Lesvia Dolet, sensacional bailarina; Freddy, tremendo bailarín, y un cuerpo de baile sin desperdicio, en el que destacaba Teresita del Valle. De ella decían sus compañeros que era una blanca que bailaba rumba como negra. En fin, el show estaba por la maceta.

Traje esto a colación porque así me pareció lo que se presentó en el Teatro de la Ciudad con el Afrocuba de Matanzas, que cerró su actuación con cruz de mayo sevillana que a mi patria levantó.

Esta agrupación tradicional está dirigida por Francisco Zamora Chirino Minini (Matanzas, 1937), voz líder y figura clave desde su fundación, en 1957. Se integra de 13 elementos, entre bailarines, percusionistas y cantantes, que interpretan una rumba matancera en su versión más antigua. Afrocuba de Matanzas interpreta la música y baile de la santería y la rumba, tal como sigue la tradición en las calles y casas de Cuba en la actualidad.

El número Caridad es una batarumba, es decir, un polirritmo inventado en 1975 por Afrocuba de Matanzas, que fue popularizado después, dentro y fuera de Cuba. Mezcla las tumbadoras de la rumba con los tambores batá.

Ahora, por si usted quiere saber en qué idioma, lengua o dialecto cantaron, según la maestra María Teresa Linares y, por supuesto, Luis Rovira, se llama efik, y su repertorio está compuesto por toques y bailes dedicados a los dioses de los distintos panteones afrocubanos, incluso los yoruba, abakuá, arará, yessa y bantú.

Por cierto, la rumba se interpreta con tres tambores, cuyos nombres son salidor, solo golpe y quinto. Los tambores batá también son tres. Sus nombres, iyá, el más grande; itótele, el mediano, y okónkolo, el más pequeño. Hay una parte en la rumba llamada diana y en el yambú no se vale el vacunao. Le adelanto que el yabú, guaguancó y columbia son las más usuales.

El yambú tiene como característica que los bailadores semejan en la danza ancianos; el guaguancó mayor velocidad que en el yambú, pero menor que en la columbia, pero éste es baile para hombre solo. Poco a poco irán apareciendo más características que tienen las diferentes facetas de la música cubana.

Bebo Valdés vino a México en 1952 a grabar y creó un ritmo que llamó batanga, empleando el tambor más pequeño, o sea, el okónkolo. En ese tiempo todavía no aparecía el disco de larga duración. Recuerdo el nombre del número, Rapsodia en cueros. Chicho Clemente Piquer ejecutó el okónkolo; los demás componentes de la sección rítmica fueron Aurelio Yeyo Tamayo, Modesto Durán y Ramoncito Castro, los cuatro cubanos.

En el piano estuvo Memo Salamanca, y el resto, todos estrellas, sin faltar Víctor Ruiz Pazos Vitillo. El cantante, Óscar López, también cubano; el coro correspondió a Homero Jiménez, Lalo Montané y su servilleta, cosa que hasta la fecha considero un honor. ¡Vale!