Domingo 29 de marzo de 2015, p. 7
Fue mucho esperar, pero la feligresía aguantó a pesar de la empapada que muchos se dieron para llegar al quelonio de bronce. Al conjuro de Carlos Santana, el Palacio de los Deportes casi se colmó de seguidores que se llevaron una gran sorpresa cuando la larga velada la abrió Journey.
Dedicado a su madre Josefina, el concierto, en palabras del propio músico, resultó memorable.
La noche del viernes, por ahí de las 23 horas, tras una industrial labor de sus asistentes que dejaron listos los equipos de luces y sonido, el icono de Autlán hizo su aparición con su inseparable sombrerito, pantalón de mezclilla, zapatos deportivos blancos y colorida camisa. Le rasca a la lira en un ejercicio previo a que surja el primer ramillete de clásicas. Los apoyos, su esposa en la bataca, un hábil bongocero negro y un par de maraqueros, igual latinos, lo secundan, y va un murmullo a sun, sun, sun, sun, baba, eh
.
Rítmico palmeo
Eso prende a la galería que empieza a palmear también con ritmo y viene el anuncio que el transfuga Carlitos y su carnal Greg formaron una banda en 1967 y dejaron el incómodo anonimato con Black Magic Woman que el mismo Greg, ante las teclas, acompaña.
Ya encarrerados se oye cómo va el ritmo, pero el tiempo en su caminar inexorable apunta ya a la última corrida del Metro y se empiezan a notar espacios en la tribuna. Siguió la fiesta hasta después de la medianoche .
Los teloneros de Journey, grupo que vivió sus mejores días allá en los años 80, según recuerdan, se montó en el escenario ante la normal exigencia del respetable con chiflidos y palmas.
El durable bajista Neal Schon, dicen, es quien queda de la alineación original, y deja sentir su clase en las reverberaciones lo mismo en rolas melosas, como Open Arms, que en temas más picados como City of Hope.
La pertinaz lluvia ha cesado y ahora el martirio es regresar a casa.