Culiacán, Sin.

Olga Lidia Ramírez Núñez, de 41 años de edad y vecina de El Tamarindo, tenía hasta el pasado 14 de diciembre a sus tres hijos con ella. Uno, Kevin, de 16 años, fue asesinado a balazos luego de ser secuestrado por un comando. Otro está en prisión, acusado de hurtar gasolina. Sólo le queda un menor de edad. En un año todo se echó a perder, dice.

Recuerda que Kevin era buen alumno de preparatoria de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Recibía una beca del gobierno federal. Trabajaba en la siembra de maíz, con un tío. La tarde del 13 de diciembre, cerca de la parcela pasaron desconocidos en varios autos huyendo de la policía.

En la persecución y por la confusión, hombres armados se llevaron a Kevin. Los vecinos encontraron su cuerpo al día siguiente. Tenía dos balazos en la cara.

Su otro hijo, Fausto Javier Uriarte Ramírez, de 23 años, está en el penal de Culiacán. En febrero pasado agentes estatales lo persiguieron cuando varios vehículos salían de una de las tomas clandestinas. Fausto pasaba por ahí en una camioneta cargada con leña. Desde un helicóptero le dispararon y lanzaron granadas, lo que provocó que el vehículo se incendiara. El joven salió ileso, pero fue aprehendido y golpeado. Luego fue acusado de robar 2 mil litros de gasolina.

Todo está perdido en El Tamarindo, pero más echado a perder está el gobierno. Son unos corruptos; unos perros, porque si uno no tiene nada robado, te lo siembran y ya, reprocha Olga, quien ahora sólo tiene a su lado a su hijo más pequeño, de cinco años.