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Joan Manuel Serrat pide a los servidores, incluido Peña Nieto, responder al caso Ayotzinapa

Autoridades deben demostrar que no son cómplices de la barbarie

Afirma que en 50 años de carrera nunca ha sentido hastío, sólo me ha producido felicidad

La música es una construcción casi matemática que se traduce en conmoción, afirma el autor catalán

Subirse al escenario es una sensación que tiene que ver más con alegría que con miedo, exalta

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El cantante iniciará una gira internacional para presentar su nuevo disco Antología desordenada, al cumplir 50 años de carrera. En la imagen, el compositor frente a La Gordita, camioneta pintada con los colores de la bandera catalana y en la cual recorrió por primera vez México, en 1975Foto D.R.
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 6 de noviembre de 2014, p. a10

Madrid, 5 de noviembre.

Joan Manuel Serrat cumple 50 años de carrera artística con muchos proyectos en puerta, una gira de conciertos por medio mundo y con una mirada aguda y crítica ante lo que ocurre en el mundo. Sobre todo, fija su interés en España, sumida en la corrupción y la decadencia, así como en México, donde ve con tristeza y preocupación la espiral de violencia, al tiempo que reclama a las autoridades mexicanas –incluido Enrique Peña Nieto– que actúen como servidores públicos, respondan ante la desaparición de los 43 normalistas de la escuela de Ayotzinapa y demuestren que no son cómplices de esta barbarie.

En entrevista con La Jornada, Serrat (Barcelona, 1943) hizo un recorrido por sus principales aprendizajes. Recordó cómo, en 1975 y de exiliado político del régimen fascista de Francisco Franco, recorrió nuestro país en una camioneta que llamó La Gordita, en homenaje a su amiga María Elena Galindo, que pintó con la bandera catalana. Fue la primera gira que hizo en México, adonde regresará en octubre próximo para dar varios conciertos con un nuevo disco bajo el brazo, Antología desordenada (Sony).

–Cincuenta años después de carrera artística ¿subirse al escenario y cantar sigue siendo lo más emocionante y gratificante?

–Esta profesión es eso: subirse al escenario y cantar. El resto son actividades accesorias que permite la tecnología. El estudio de grabación es un lugar para fijar sonidos, por lo tanto lo importante siempre es el escenario. De hecho, los artistas se miden en el escenario; el valor, el tamaño, la capacidad de conmoción de un artista se mide en el escenario. Subirse es una sensación que tiene más que ver con la alegría que con el miedo.

–¿Y en algún momento ha sentido hastío por la música?

–Mi profesión no me ha producido nunca hastío. La música no me ha producido nunca hastío. Los momentos de hastío que he podido tener han sido siempre provocados por errores míos, cuando me he equivocado conmigo mismo o acompañado. La música sólo me ha producido felicidad.

–Y en esta relación íntima con la música ¿ha logrado descifrar sus misterios? ¿O qué es?

–La música es una forma de comunicación que en nuestro caso se basa en unas notas, en unos tonos, en un ritmo y en una construcción prácticamente matemática, pero que se traduce en una conmoción, no sólo por esta construcción matemática, sino por la forma en que esta construcción matemática se interpreta. Pero en realidad no sé explicar bien lo que es la música, pero trataré de encontrar algo para poder definir lo que pienso.

–En todo caso es una conmoción repleta de secretos inescrutables, ¿no?

–En la música no hay más que secretos. Es la conmoción. Pero en la música como en cualquier forma de arte. A fin de cuentas la música lo que busca es conmover con sonido. Otras formas de arte conmueven con imágenes o con olores. La naturaleza en sí conmueve mucho por los olores y tiene una capacidad artística increíble.

–De hecho su música huele a hierba, a naturaleza...

–La naturaleza no sólo huele a tierra mojada. También a petróleo quemado y a asfalto caliente.

–Volviendo a lo de la conmoción, ¿aquellas lecturas de los poemas de la Guerra Civil, del hambre de la posguerra, de Machado y Miguel Hernández le conmocionaron?

–En aquella época, con 20 años, hay toda una exaltación personal y un sentimiento de inmortalidad juvenil que se alteraba con esta poesía. Pero se exaltaba aún más con el cada día de lo que ocurría en las calles de mi barrio, de mi ciudad, de nuestras fabricas, de nuestras universidades... Y disponía de lo mejor para poder caminar por el aquel tiempo, que era mi juventud.

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Por mucha que sea la decadencia de estos tiempos en España, creo que seremos capaces de revertir la situación, afirma el catalánFoto Sony Music

–De hecho, su espíritu combativo desató la ira del régimen franquista, que le obligó al exilio durante un año en México. ¿Cómo recuerda aquello?

–Yo descubrí México en una larga gira que hice en 1975. Ahora bien, yo me exilié porque llamé asesino al jefe del Estado español, que entonces era Franco. Y eso era algo que, como es natural, no era muy habitual. Creo que el exilio siempre es duro. Lo es el político, pero también el económico, de esa gente que tiene que dejar su tierra para irse a otro lugar a ganarse la vida. A mí me afectó bastante personalmente y fue una época que, si bien fue muy enriquecedora por mi relación con el país que me adoptó, que fue México, al mismo tiempo fue muy pobre en relación con mi capacidad de escribir y componer. Es curioso, pero en esa época hice canciones muy malas y en cambio viví experiencias maravillosas.

–¿Cómo asiste usted a la descomposición general que hay en nuestros días, que en España, ese país por el que usted luchó por que alcanzara la libertad y la democracia, se traduce en corrupción y decadencia?

–Lo veo con pena, con vergüenza, con desilusión... Pero no creo que, por mucha que sea la decadencia de estos tiempos, no seamos capaces de revertir la situación. El problema fundamental está en que los que podrían hacerlo –los políticos– están más preocupadas por mantener su cuota de poder. Es muy difícil que los corruptos peleen contra la corrupción. Y en estos momentos tenemos una clase política absolutamente desprestigiada. Yo no creo que todos sean una manga de ladrones; de hecho es probable que haya políticos que quieran cambiar las cosas, pero les falta algo importante para hacerlo: credibilidad.

–Ya sabe usted que en México también tenemos el problema de la corrupción...

–Antes en España pensábamos que en América Latina había mucha corrupción, pero no mirábamos debajo de nuestra alfombra.

–Pero en México la corrupción ha degenerado hasta el punto de permitir que ocurran hechos como la desaparición de los 43 maestros de Iguala. ¿Qué opina de esto?

–Yo lo veo con un pena tremenda. Y pienso que lo de Iguala no es un hecho aislado. Es desproporcionadamente brutal y que pone de manifiesto la complicidad de determinados políticos y fuerzas de seguridad con los cárteles del crimen organizado, pero este caso también podría representar un punto de partida para que la gente que tiene responsabilidades pueda dar un golpe de timón y muestre a la gente que realmente son servidores públicos y que están de su lado. Deberían demostrar que no son cómplices de esta barbarie y de otras que el país lleva demasiado tiempo soportando, y ahí Peña Nieto tiene una gran oportunidad para demostrarlo.

Es verdad que México ha tenido un deterioro tremendo en los pasados años y que tener la frontera con Estados Unidos tiene evidentemente el riesgo de convertirse en territorio de tránsito. Pero también México ha tenido un gran crecimiento en muchos aspectos y sería injusto no manifestar que ha sido muy grande en estos 40 años.

–¿Coincide con la idea de que la belleza puede salvar el mundo?

–Sí, de alguna manera sí. A veces te preguntas si una canción puede cambiar las cosas. Y yo creo que no modifica nada, pero sí acompaña a los que trabajan por cambiar las cosas. Cumple su papel en esta historia. Alguien dijo que un libro no puede cambiar la historia, pero los lectores sí. En esto también estoy de acuerdo, y en que la búsqueda de la belleza es un estímulo a lo mejor del ser humano. Yo creo que la cultura, el conocimiento, sí pueden cambiar las cosas.