uando los problemas mutados en crisis atosigan a un gobierno mal parado en el interior de su propio país, retozar por el mundo se aparece como atractiva salida. Los compromisos adquiridos por el gobierno de Peña Nieto para acudir a sendas reuniones en el Pacífico asiático, que incluyen la visita de Estado a China, tuvieron que replantearse a la luz del atorado presente nacional. Al grupo de consejeros cupulares se le impuso la necesidad de sopesar la conveniencia del plan original. En la balanza cayeron, por un lado, el generalizado descontento con marcados ribetes de conflicto y, en el otro costado, el deleite, bastante personalizado, por el ceremonial y las interacciones externas. El cuidado puesto durante los pasados dos años en cultivar una imagen del Presidente como jugador estelar
quedó apresado en el rejuego de inesperados factores negativos.
El liderazgo modernizante, concertador y efectivo, labrado con el cuidado y el costo inherente por la administración del sedicente nuevo priísmo, fue trastocado por las acusaciones criminales a policías, funcionarios, políticos y soldados. El gobierno de México ha sido puesto, de lamentable manera, en el banquillo de los señalados (CIDH) como infractor contumaz de los derechos humanos de sus ciudadanos. La denominación de Estado fallido que se aplicó a Michoacán, se extendió, de facto, al de Guerrero. Otras varias localidades sin duda caen en similares categorías. En conjunto, abarcan grandes áreas del país que, por sus tristes condiciones, quedan sustraídas al estado de derecho. La conjunción entre el crimen organizado y amplios sectores sociales, económicos, de medios de comunicación, actores políticos e instituciones completas no puede soslayarse.
La incapacidad de la administración federal para hacer frente a la violencia generalizada en Guerrero ha sido notable. Y no sólo a la violencia, sino al conjunto de factores que han deshecho el entramado social y nulifican o coartan las libertades individuales y colectivas de los guerrerenses. Tal y como lo hacen, también, en Michoacán o Tamaulipas, por citar sólo dos entidades donde las violaciones son continuas y crecientes en su inhumanidad. Ante el cúmulo de sus cortedades para enfrentar la multiplicidad de problemas que deforman el presente del país, fugarse al exterior se aparece como un cuadro atractivo: distraerá la concentrada atención en la búsqueda de los desaparecidos y los continuos hallazgos de fosas clandestinas con cadáveres desconocidos e ignorados. Una intensa difusión de las reuniones programadas, con sus coloridos paseos por extravagantes palacios, caudalosos ríos, caminatas por murallas ancestrales, museos y saraos varios, ayudarán, piensan en los altos círculos, a volver a la anterior normalidad de un México que ya estaba en movimiento. Tal fuga hacia adelante ya se ha ensayado en numerosas ocasiones. Los resultados son, por decir lo menos, cuestionables. Pero revelan, en la realidad de una cotidianidad desgarrada por las desgracias, falta de sensibilidad de las élites, cálculo político errado y profunda afectación humana que traerá variadas consecuencias.
Ciertamente se acortó la duración del paseo. Pero su cancelación quedó fuera de cuestión. La crisis interna que se vive no puede, juzgaron los enterados, determinar la movilidad requerida de un jefe de Estado. Menos aún impedir los intercambios y negocios del país con el exterior. Sólo que, este nuevo peregrinar estará, en toda ocasión, infectado por lo que sucede dentro de México. Y la proyección hacia fuera de ello es lo suficientemente grave como para justificar la cancelación de toda la gira proyectada. Peña Nieto irá cojeando en su avión por Asia. Será, ahora y en todo caso, un tambaleante mensajero de la nación.
Tumbar a un gobernador como Aguirre Rivero era un paso obligado, a pesar de los intentos por sostenerlo y otorgarle impunidad. Intervenir las policías de una docena de municipios de la Tierra Caliente es una necesidad ineludible ante las evidencias de sus documentadas y trágicas complicidades. Nombrar a una secretaria (Rosario Robles) para coordinar el esfuerzo reconstructor apenas alcanza para mejorar el empleo de recursos destinados a curar síntomas, no incidir en las mochas capacidades de Guerrero. Apresar a la pareja de delincuentes municipales no aliviará el dolor parental y sí redoblará enojos por doquier. Reunirse con los padres de los desaparecidos falló en dar la sensación de apertura, de hacerle frente al reclamo. No alumbró, tampoco, la comprensión del padecimiento que ellos viven y vivirán. Las muestras de una operación salvadora de la Federación se han diluido en golpes fallidos, averiguaciones inconexas y torpezas consecutivas. El mismo procurador se ha empequeñecido hasta la incredulidad. Todas y cada una de estas medidas no proporcionan una plataforma que permita citar, ahora y de nueva cuenta, a un gran acuerdo nacional contra la impunidad y la corrupción. Será, cuando más, un acto escénico, cupular, entre actores desprestigiados. Carecerá de las obligadas conexiones con el palpitar de los de abajo, que son, en definitiva, quienes padecen las consecuencias de este tipo de inertes cenáculos de mandones.