l silencio es lo que hace grande a la música. En la arquitectura de los sonidos la colocación y el tiempo de los silencios es lo que en la música construye catedrales. Así, con el encantamiento del silencio se convierte a la música en el espejo de la vida, pues ambas comienzan y terminan en aquel. O como lo expresa con experiencia Daniel Barenboim: cuando la tocamos, la música nos hace alcanzar un estado de paz único, pues a través del sonido podemos controlar la relación entre la plenitud y la nada.
Son palabras que parecen traducir los sentimientos que nos invaden cuando escuchamos a Paco de Lucía. Su música colmada de silencios nos abrasa, nos convierte en flama y en cenizas y así nos conduce al vacío y a la magnificencia en un instante. Su guitarra es un torrente de todos los ríos, nos lleva al mare nostrum que fuimos alguna vez todos los hombres. La guitarra en sus manos se convirtió en un instrumento de renovación y de sorpresas. Siendo tradicional todo en su sonido parece nuevo. Nació en Algeciras en el Mediterráneo en 1947 y en este 2014 murió en una playa del mar Caribe. En su vida, el mar y sus sonidos. De un mar a otro, ese es el arco con el que templaba los silencios de su música.
Allí recoge una tradición que se engarza con Antonio de Torres cuando en el siglo XIX lleva la revolución a la guitarra al mover los trastes hasta la misma boca del cuerpo de madera y con esta configuración, casi inmutable desde entonces, nos regala un sonido maduro, singular, incomparable. Ya con esa afinación, por esos tiempos Dionisio Aguado y Francisco Tárrega elevan la sonoridad de la guitarra y, orfebres, hacen que el cante entreteja más silencios en su relación con las seis cuerdas llevando a Juan Talega y Antonio de Mairena al permanente mestizaje que es hoy el flamenco. Ramón Montoya le suelta para siempre la rienda a la guitarra y su sonido se desboca como un potro y crece como crece la creciente de los ríos con el Niño Ricardo, Manolo de Huelva, Melchor de Marchena y con Sabicas.
Ramón Montoya grabó el primer disco de flamenco con guitarra sola en 1937 y, tres décadas después, el potro desbocado se hizo de rabia y miel cuando Paco de Lucía grabó su primer disco solo. Desde ese momento sujetó la guitarra con una mano en la tradición y otra buscando
. Hacía caso, quizá sin haberlo escuchado nunca, a lo confiado por Igor Stravinski: La verdadera tradición no es el testimonio revelado de un pasado glorioso, sino una fuerza viva que anima e inflama el presente
. Así encontró en un solo toque el Apocalipsis y el Génesis junto a Camarón. Y así nos hizo nadar en la hoguera de la vitalidad con su sexteto de magia enhebrada con sus hermanos Ramón de Algeciras a la guitarra y Pepe de Lucía al cante, con Jorge Pardo a la flauta y los saxofones, Rubem Dantas a las percusiones y responsable de la llegada del cajón peruano al flamenco y Carles Benavent al bajo. Juntos hicieron que el flamenco fuera, en la vida, imprescindible.
Antes de morir en una tarde mexicana de mar, Paco de Lucía nos dejó de regalo un disco, Canción andaluza, generoso. Haciéndole un requiebro a su camino nos legó un conjunto de coplas que fueron, según sus palabras, su costilla, su primer amor. Sabio, nos resume el alma que allí lo mueve: Se va uno dando cuenta, con el paso de la vida, de que la niñez no es sólo el arranque. La niñez es el destino. El hogar al que volver
.
Gracias al regalo de un ángel supe que en ocho coplas Paco de Lucía nos obsequia la fuente y el caudal. Toca todas las guitarras, la mandola, la mandolina, el laúd árabe y el guitarró. Visita María la O, Ojos verdes, Romance de valentía, La chiquita piconera; crea Quiroga por bulerías e invita a una pléyade de sus amigos como Piraña, Benavent, Luis Carrasco Perikin, Carlos Grilo; en la rumba Señorita canta Oscar de León con Alain Pérez, pero el cielo se alcanza en Zambra gitana cantada por Parrita y en Te he de querer mientras viva teniendo al cante a Estrella Morente en majestad.
Siempre que lo vuelvo a leer pienso que Robert Plant y Jimmy Page hablaban de Paco de Lucía cuando dijeron en 1994 que el flamenco es una música muy enraizada y que los guitarristas andaluces son como príncipes, como aquellos músicos árabes que subieron desde Tánger y Rabat y se encontraron con la música española. Es un momento precioso de la música
.
Sí, Paco de Lucía es un príncipe. Con las cuerdas de su guitarra nos lleva a navegar la eternidad. Con los silencios de su música despierta al tiempo y construye catedrales.
Twitter: @cesar_moheno