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Innumerables Catrinas participaron en el Festival La Calaca

San Miguel de Allende, ejemplo del híbrido jalogüin y Día de Muertos
Foto
Fue una fiesta en blanco y negro, salpicada del intenso amarillo del cempasúchilFoto Raúl de la Rosa
Especial
Periódico La Jornada
Lunes 3 de noviembre de 2014, p. a14

La Calaca es el nombre del festival que hace pocos años se instauró en San Miguel de Allende con motivo del Día de Muertos, celebración que, convertida en una suerte de híbrido multicultural, hizo de las calles de la ciudad un río interminable de Catrinas y de miles de personas con el rostro pintado de calavera.

La amalgama cultural en esta villa, fundada en 1555, es producto del mestizaje, común de las regiones del Bajío. En la arquitectura domina el barroco y la localidad posee una extraña parroquia neo gótica, que, según dicen, fue copiada de una postal por un maestro de obras.

La población de San Miguel de Allende decreció al igual que la industria textil. En el siglo XX se inició la migración de españoles que compraron casas y locales, con lo que se dio un nuevo impulso a la localidad, antes de la llegada de los estadunidenses a raíz de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, casi 15 por ciento de la población es de extranjeros, la mayoría originaria de Estados Unidos.

El híbrido cultural que se ha dado entre el jalogüin y el Día de Muertos es palpable. El gran entusiasmo de los residentes, que masivamente adoptaron el popular personaje de Guadalupe Posada, La Catrina, ha hecho que algunos sanmiguelenses teman no sólo la invasión del turismo depredador, sino que se pierda la esencia de la tradición mexicana.

En las calles había un verdadero jolgorio: una fiesta en blanco y negro, salpicada del intenso amarillo del cempasúchil; destacaban los altares populares.

El fuerte viento y frío no menguaron el entusiasmo. Fue sorprendente ver al escuadrón de la tercera edad avanzada, compuesto por decenas de coloridas Catrinas.

En los panteones se recordó a los difuntos con flores y música, una verdadera fiesta familiar que resguarda y celebra una costumbre que durante generaciones les ha dado sentido de pertenencia.

La tragedia de Ayozinapa cubrió con su terrible manto la fiesta de San Miguel de Allende, como lo hizo con todas las celebraciones que México hace para sus muertos.