La autonomía de esos pueblos es lo único que puede salvarnos, dicen Bellinghausen y Vera
Sábado 11 de octubre de 2014, p. 7
El suplemento mensual Ojarasca cumple este sábado 25 años de ser una ventana, acaso un amplificador, de esa voz fuerte, cargada de sabiduría y siempre en resistencia, que proviene de los pueblos indígenas de México y el mundo.
Dirigida por Hermann Bellinghausen, con la coordinación editorial de Ramón Vera Herrera, y la colaboración de las periodistas Gloria Muñoz y Adazahira Chávez, la publicación se ha convertido en una suerte de cuaderno de notas donde queda plasmado, de manera puntual, el testimonio de lo más relevante que ocurre en el día a día de cientos de comunidades en el país y América Latina, principalmente.
“No es una revista de antropólogos ni institucional, como lo fue México Indígena, fundada por el escritor Juan Rulfo. Nosotros estamos con los pueblos, con un enfoque periodístico, político y, sobre todo, literario, pues le hemos dado mucha importancia a la narración”, señala Bellinghausen.
En este número de aniversario, añade, les interesa recalcar que lo ocurrido en Ayotzinapa, Guerrero, “es una masacre de indígenas, un evento racista pues uno de los grandes temas de Ojarasca, no expresado de manera explícita, es que estamos en contra del racismo y este país lo es”.
Vera coincide en que se trata de una de las líneas principales por las que han peleado los recientes 25 años, hacer visible que hay un racismo que rezuma y que nadie reconoce
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Investigación, crítica e información
Otra de las convicciones que dan vida al suplemento, agregan los editores, “es que los pueblos indígenas son lo mejor que tiene México y es un privilegio trabajar con ese tema, conocer lo que escriben, lo que piensan. Por supuesto, no los idealizamos, hay de todo, son humanos, pero como propuesta cultural y civilizatoria, ojalá así fuera todo el país.
“Sostenemos que lo único que en estos momentos puede salvar a México y que lo haría verdaderamente plural es que se permitiera a los pueblos indígenas ser lo que son, ser autónomos, desarrollar el buen vivir. Una de las trampas del país ha sido hacer ver a los indígenas como sinónimo de miserable, de pobre.
Ahora, además, se les quiere quitar lo que tienen, y ya no importa su destino, si se van de braceros, si se vienen a las ciudades. Nunca han importado, pero ahora menos porque donde están es donde existen los minerales, el agua, los recursos
, detalla Hermann Bellinghausen.
Ramón Vera interviene: “Donde están ellos está la vida porque la han cuidado y en su gestión de miles de años han logrado mantener lo que vemos ahora como territorios ‘vírgenes’. Las comunidades tienen mucho que decir y si algo ha hecho Ojarasca es no idealizarlos, pero permitiéndoles decir y reivindicar valores e ideas que son muy importantes para que nos mantengamos como humanidad”.
Ojarasca tiene sus orígenes en el momento en el que la revista México Indígena, que editaba el Instituto Nacional Indigenista, “pasó a manos del grupo Nexos, quienes tampoco se quisieron hacer cargo y se la dieron a Hermann, quien junto con otros amigos elaboraron un número, como una suerte de concesión a la ‘sociedad civil’, pero fue insostenible porque se trataba de un boletín bastante aburrido al servicio de las políticas de una institución.
“Sin perder el ritmo, una vez que concluyó el contrato del equipo de Hermann con México Indígena, salimos al mes siguiente con Ojarasca, era octubre de 1991. Pensaban que México Indígena se iba a morir, pero nació ésta otra con la intención de impulsar la crítica, la investigación, la reflexión y la información”, recuerda Ramón.
Queríamos hacer algo chiflado en esa época: una revista escrita por autores indígenas y hacer reportajes grandes en las comunidades, pero irnos a meter ahí
, comenta Bellinghausen.
Fue así que Ojarasca, en sus primeros números como revista independiente, la cual llegó a tener hasta 100 páginas, contó con la participación de muchos de los mejores fotógrafos de entonces, entre otros colaboradores, salimos al encuentro del México indígena que ya conocíamos, pero ahora con un instrumento para ofrecerles. Eso han sido estos 25 años: salir permanentemente al encuentro de ellos
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En mayo de 1997 la publicación se incorporó a La Jornada, como un suplemento que, por desgracia, no tiene competencia. No hay nadie que haga un trabajo similar al nuestro, por eso en la medida en la que podamos, seguiremos acompañándolos
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