Poderoso caballero
a piedra más evidente en la administración de Carlos Lozano de la Torre han sido los sindicatos, para ser precisos la sección uno del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
El encarcelamiento de Elba Esther Gordillo desarmó en la entidad la red de complicidad entre la cúpula del SNTE y el partido Nueva Alianza, lo que permitió que ascendieran a la dirigencia nuevos actores (con las mismas prácticas), y mientras por debajo de la mesa se pateaban los líderes, les cayó la reforma educativa, la que aprobaron con docilidad por el viejo instinto priísta que los distingue, sin considerar que avalaban perder uno de los instrumentos que mayor fortaleza les daba en las negociaciones con el gobierno estatal: la nómina.
Hoy, sin el poder de la amenaza de cerrar escuelas (equivalente a una huelga o peor), el líder nacional del SNTE, Juan Díaz de la Torre, ha tenido que mandar a su delegado para relegar a la dirigente local, Juana Alicia Espinosa de los Monteros, y someterla al castigo de sólo ser diputada de Nueva Alianza en el Congreso estatal, aunque la verdadera sanción ha sido alejarle la mano de la chequera de la sección uno y desarmar su equipo de comisionados.
Esta semana hubo elecciones en el SNTE de Aguascalientes. Quedó Mario Armando Valdez Herrera, a quien impulsó la promesa de hacer públicas las auditorías que se realizaron a su antecesora. No cumplió, se pospuso la entrega de los resultados, y en una visita de cortesía al gobernador la dirigencia salió por la puerta trasera para no ser cuestionada (aplicó la misma táctica que a sus representados), y dejó claro que lo harán de nuevo cuando la administración estatal les exija que cumplan su función de representar a los maestros, que cada vez con mayor frecuencia encuentran motivos para desconocer a sus líderes.
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