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A la mitad del foro

Del dicho al hecho

U

n brillante camino empedrado de mármol y de buenas intenciones sustituye al corredor central de San Lázaro que el infantilismo democrático ordenó cancelar: porque era el símbolo vergonzoso del arribo mayestático cada primero de septiembre. Por el nuevo caminito se llega a Palacio Nacional, donde Enrique Peña Nieto pronunció un mensaje a la nación, sucedáneo del desparecido informe del estado que guardan los asuntos de la República, que solía rendirse a la nación por conducto de sus representantes, hoy orgullosos receptores del librote que les envía el titular del Poder Ejecutivo por conducto del secretario de Gobernación, mensajero del nuevo país en movimiento.

Movieron la sede del Día del Presidente. Y la sombra de Porfirio Muñoz Ledo vaga entre cajas del gran teatro guiñol en el que no hay sesiones parlamentarias, sino recuento de firmas para poder celebrar una consulta popular conforme a la norma recién aprobada y la eterna ilusión de alterar la realidad con los recuerdos del porvenir. Enrique Peña Nieto festejó no el Día del Presidente, sino los trabajos de las horas y los días. Recibió a sus invitados y declaró concluida la tarea de las reformas estructurales, esto es, las negociadas con el cubilete en la mano en las sesiones primigenias del pacto que permitió sumar opuestos y concertar objetivos dispersos. El llamado a hacer efectivos los cambios que México se atrevió a hacer, recibió la respuesta de la aclamación que aprueba al verse fielmente interpretados los anhelos de los ahí presentes.

No necesitan voto de la mayoría ni aparecer en las listas del portento proporcional: Son los del 1%; los de arriba, la gente de bien. Dueños del capital y no meros representantes de las grandes corporaciones para las cuales ya no hay calificativo de corporativismo. Eso quedó para el juego de birlibirloque con el que pretendieron identificar a los sectores del partido en el poder con los Junkers, los Robber Barons, los patrones de la banca privada y los herederos del antiguo régimen. No el del cesarismo sexenal que se diluyó en la bruma en 1997. De ese, cuentan que al visitar Pablo Neruda el PRI nacional, el presidente de turno del CEN le presentó a los dirigentes de los tres sectores: El líder del sector obrero, el líder del sector campesino, el líder del sector popular, le dijeron al poeta. Y con suavidad acerada, Neruda respondió: Entonces, ¿debo entender que en México los obreros y los campesinos no son populares?

Tal vez a eso se deba que los dirigentes sindicales se hayan opuesto vocal y firmemente a la propuesta de incrementar el salario mínimo, estudiar la manera de que cumpla lo que la Constitución exige al precisar que ha de ser un salario digno. Claro como el lodo, decía Norbert Gutterman. Como la audacia de atreverse a cambiar y dar inicio a la ejecución de lo que dictan las reformas con formidables inversiones en obras de infraestructura; presentar el proyecto ganador para la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, urgencia auténtica, si las hay; y ubicarlo en los terrenos federales de lo que fue el lago de Texcoco, aledaños a las zonas que apenas recuperan algo del agua y de las aves nativas y migratorias, y paradójicamente inundadas periódica y puntualmente por las aguas negras del área metropolitana.

De la lluvia ni hablar. El agua tiene memoria, dicen los viejos sabios y los ingenieros hidráulicos. Pero no son las inundaciones constantes y destructoras lo que sembró dudas y desconfianza entre la mayoría de los mexicanos que no creen nada de lo que diga el poder constituido o tartajeen los voceros de Palacio: Las encuestas por encargo y las enloquecedoras calificaciones que desgarran las redes sociales, acaban por coincidir en que es extremadamente baja la credibilidad del presidente Peña Nieto y abundan los incrédulos al difundirse en las pantallas de la televisión y las ondas de la radio los logros del México en movimiento. Aunque se trate de las reformas de las telecomunicaciones y el anuncio de la inminente concesión para operar dos canales de televisión abierta.

Las obras del nuevo aeropuerto incluirán obligadamente grandes obras hidráulicas, de comunicación y de reservas ecológicas que podrían, de hecho pueden, sacar del marasmo al gasto público y generar empleos formales y bien pagados. Pero de inmediato salieron los machetes de Atenco a relucir. No se va a expropiar un solo metro, han declarado formalmente Jorge Carlos Ramírez Marín, secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, así como Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes: No necesitamos comprar tierras ejidales o comunales para esas obras que se harán en terrenos federales. Es muy grande la apuesta del gobierno que lleva 21 meses de inercia económica, con las previsiones de crecimiento del PIB a la baja, en el bimbalete neoconservador.

David Korenfeld informó que iniciarán obras hidráulicas con un costo de 17 mil millones a 20 mil millones de pesos a invertirse durante los próximos cuatro años; el secretario del Medio Ambiente, Juan José Guerra Abud habla de certificación ambiental y de obtener biogás del infernal bordo de Xochiaca, Bordo Poniente, dicen, para generar electricidad. Carlos Almada, subsecretario de Transporte, asegura que esta obra será una poderosa locomotora económica para la región. Para el país dicen los dos beneficiarios directos de un aeropuerto con las pistas necesarias y los slots suficientes para recibir más millones de vuelos que el de Atlanta, Georgia: Tres millones de nuevos visitantes extranjeros cada año, con un aumento de 3 mil 200 millones de dólares en la derrama económica, asegura Claudia Ruiz Massieu, secretaria de Turismo, y el de Economía, Ildefonso Guajardo, precisa que en la ciudad de México se moviliza la mitad de la media del transporte por vía aérea por las deficiencias del aeropuerto en funciones.

Después de casi dos años de intermitentes campañitas de comunicación social: una campaña de propaganda oficial en toda forma. Ahora falta precisamente lo que dijo Peña Nieto, el Día del Presidente del país que se atrevió a cambiar y se puso en movimiento. Ejecutar, hacer, administrar lo que demandan las reformas que tanto ponderaron durante lo que lleva en el poder la generación del PRI que volvió del frío. Lo que cuenta es la eficiencia, dicen, tal como lo dijeron durante la prisa aperturista que trastocó la rectoría económica del Estado y, de paso, puso las tierras comunales y ejidales en el mercado, le metió la mano al artículo 27 constitucional y luego al 135 para acabar con la separación Iglesia-Estado. El 85% de la propiedad social sigue en manos ejidales y comunales. Pero la jerarquía católica, apostólica y romana revoca las normas que despenalizan el aborto, con la bandera del derecho a la vida y la abyecta sumisión de legisladores de las izquierdas y las derechas.

Los del reformismo salinista tardaron algo más de tres años en atreverse a cambiar a fondo la impronta de la memoria colectiva, hitos del proceso histórico que forman la identidad nacional. Aunque se niegue, o se ceda a la sinrazón que las combatió siempre y ahora reivindica sus dogmas del derecho natural. Ahora, el petróleo y la expropiación. Ahí sí que se atrevió a hacer el cambio este gobierno. Si se pone en movimiento el gasto público y se generan empleos bien pagados, a lo mejor logran que el movimiento conduzca al bienestar. Si no: Van a sobrar sombreros, muchachitos, como decía Pancho Villa.