México, conciencia dividida
os griegos llamaban esquizofrenia a la mente dividida. Según la sicología moderna esa enfermedad terrible se caracteriza por la disociación entre la realidad real y la imaginaria del enfermo. ¿Un país podría padecer esquizofrenia? Quizá sea la situación de México. Por una parte, la opinión pública, lo que uno lee, oye y ve, el discurso de los políticos, empresarios y comunicadores es claramente triunfalista: el gobierno está inaugurando una época de auge. Se combate al hambre, se reorganiza la educación pública, se hacen reformas trascendentales. El país va en camino a convertirse en una potencia emergente, a ocupar un papel estelar en la economía mundial. Esta visión se refuerza por el apoyo sin precedentes que los tres mayores partidos, incluyendo a la izquierda, brindan al régimen.
Sin embargo, la realidad real contradice el espejismo de la opinión pública. Todas las estadísticas y sondeos muestran una caída de los índices de crecimiento, bienestar, seguridad; ruptura de las expectativas y aumento de la miseria y el desempleo. Cuando le preguntan a Peña Nieto qué piensa de la corrupción, él puede minimizar el problema diciendo que es parte de una cultura. ¿Por qué los entrevistadores no le preguntaron por la impunidad? Está garantizada por el actual gobierno y que es la verdadera causa de la corrupción.
Pero usted no necesita leer estadísticas; pregúntele a la gente qué piensa de su situación personal y la del país y verá como ha crecido la exasperación y la rabia ante una situación cada vez más difícil. La gente ha perdido la esperanza y la confianza en la conducción del país. Claro que nos podemos explicar el porqué de estas contradicciones. El gobierno está pagando 9 mil mdp (el presupuesto completo de la UNAM (Fundar; Proceso, J. Villamil). Esto se complementa con un caudal de pagos confidenciales
y sobornos que incluyen los bonos
a los legisladores para recompensar sus votos. Es un enorme aparato manejado con ingenio e impunidad, pero que ya está mostrando sus límites.
George Orwell en 1984 se refiere al doble pensar y de un ministerio de la verdad dedicado a estructurar e imponer mentiras. Pero México no es un país orwelliano y será difícil mantener la esquizofrenia. La población está reaccionando y en todas las encuestas, incluyendo las más favorables al régimen, se desaprueba el manejo de la economía, la gestión de Peña y sus reformas. Los observadores extranjeros están empezando a ver con preocupación esta caída. Es muy difícil imaginar el desenlace de esta situación: el triunfo de la impunidad y la entrega de la riqueza nacional a los inversionistas extranjeros harán más intolerable desigualdad e impunidad. Pronosticar soluciones propiamente políticas a la nueva crisis de México no es fácil. Como dice una antigua sabiduría: una casa dividida no puede subsistir
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