Solyushka y la CND
hora tocó el turno a otra de las joyas del repertorio clásico del ballet de todos los tiempos realizada por los padres de esta serie de ballets inmortales: La Cenicienta, Cinderella o Solyushka.
La obra se debe a Marius Petipae, Enrico Cecchetti y Lev Ivanov, del Teatro Imperial de San Petesburgo, célula madre del ballet en el mundo entero como gran espectáculo teatral.
Su musicalidad, la estructura, el diseño coreográfico y la secuencia narrativa, el montaje de los pasos, sus combinaciones y dramatismo son, sin duda, la suma de importante información sobre la construcción de esta clase de obras.
El ballet se estrenó en el teatro Imperial de San Petersburgo el 5 de diciembre de 1895 con un éxito apoteósico, y la extraordinaria bailarina italiana Pierina Legnani, según la leyenda, fue quien estrenó la virtuosa serie fouettés a la seconde 32 veces continuas, sin salirse de su centro de gravitación, virtuosismo que el público exige, pero que mancha un tanto el tono del arte danzario, mezclado con la acrobacia circense que tanto molesta, pero fascina a los grandes públicos.
Mathilde Tchesisnkaya, la amante del zar, según llega hasta nosotros, otra enorme bailarina, también hacía esa y otras preciosidades académicas que enloquecen fácilmente a un público ansioso de la perfección y la audacia.
Es sabido que en casi todos los teatros donde se exhiben tales maravillas el público entusiasmado lleva en voz alta la cuenta de los fouettés o giros sobre la punta de una zapatilla, mientras la otra pierna se mantiene extendida a la seconde, o extensión lateral; una y otra vez impulsa el giro, para terminarlo en el mismo punto donde lo empezó, lo que automáticamente provoca la explosión de aplausos y expresiones guturales.
Naturalmente que no todas las bailarinas hacen los 32 giros. La gente siempre parece animar y conformarse con 16 y hasta ocho de aquellos peligrosos giros.
La partitura inicial de La Cenicienta fue de un tal barón de Fittinhoff-Schell y todo un equipo del Teatro Mariinsky en cuanto a decorados, vestuario, iluminación, etcétera, todo lo cual cambia dependiendo de las compañías, hasta quedarse en definitiva con la partitura de Sergei Prokofieff, por ser la más vital y adecuada al cuento del famoso Charles Perrault.
En cuanto a coreógrafos y bailarinas y bailarines, es larguísima la lista de estrellas famosas que han interpretando esta obra preciosa. Es una lista interminable de grandes personalidades de la danza que han participado o bailado La Cenicienta.
En esta obra se muestra el especial énfasis de las parientes políticas de la dulce niña huérfana reducida a la cocina y los trabajos más duros de una casa enorme o castillo en decadencia, labores que debe realizar sin más amistades que los ratones y un hada madrina que, compadecida, la apoya.
La envidia resalta por sí misma, como madre de todos los conflictos. La madrasta y sus dos feas hijas están afectadas profundamente por ese sentimiento contra la bella Cenicienta y no sólo impiden que asista al baile del príncipe en busca de consorte, sino que la tratan con violencia, la castigan, casi la encierran en la cocina.
Y para consuelo de la gente, finalmente se descubre que Cenicienta es la misteriosa princesa bellísima que bailó con el príncipe, huyendo velozmente durante las 12 magníficas campanadas de Prokofieff, antes de que la ropa, belleza y carruaje de la Cenicienta se deshagan mágicamente.
En esta ocasión tres primeras bailarinas y bailarines de la Compañía Nacional de Danza interpretaron el famoso ballet los pasados viernes, sábado y domigno en el Palacio de las Bellas Artes. Ellos son, respectivamente, Elisa Ramos, con el joven Scherius Montalvo; Ana Eliza Mena, con Roberto Rodríguez, y Agustina Galizzi, con Erick Rodríguez.
La Cenicienta es un bello ballet en el que una vez más el amor vence a la maldad, la codicia, el egoísmo y todas las malas pasiones que no han dejado de rodar por el mundo, causando tantas catástrofes y tragedias humanas.