Carlos y la lectura del poema
lguien me decía, no recuerdo quién, que después de los 40 años uno podía entender que Las mil y una noches era una obra realista. Y que la vida es infinita.
Falso, esto último no me lo dijo, pero estaba implícito. Me pareció, digamos, escucharlo.
¿Cuántas veces has sido feliz?, me pregunté, no sé por qué, entonces. Sospecho que porque cuando uno lee Las mil y una noches siempre, siempre es feliz. Y descubrí que más de mil y una veces. Y que me hacía el tonto haciéndome el sufrido.
Ignoro si pudiera decirse que en Las mil y una noches estén todos los libros, pero la experiencia de ellos pareciera que sí: la experiencia esencial de la lectura, la experiencia esencial de la escritura, la experiencia esencial de toda habla, la experiencia esencial de toda escucha.
La amistad de los libros, el lenguaje de los amigos amistados con los libros, es una de mis felicidades. De esos amigos aquí señalo dos: Luis Cortés Bargalló y Carlos Pellicer López. Ya habrá lugar para hablar del primero. Ahora, porque es pertinente, me ocupo sólo del segundo, quien con otras personalidades, entre ellas Carmen Aristegui e Iván Restrepo, recibirá este viernes el reconocimiento denominado Juchimán de Plata, que otorga la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, en su caso en el rubro de Artes y Letras –nunca, me digo, mejor otorgado, puesto que Pellicer López, que gozosamente oficia de pintor, es asimismo hombre de letras.
Todo esto me sirve de pretexto para citar palabras suyas sobre la lectura del poema (por lo demás, me sorprendo de haber recurrido a imágenes que en su escrito, que no tenía a la mano, están):
“El poema se lee cuando se ha vuelto a leer. La primera lectura, donde los ojos apenas se asoman a la página, nos da un atisbo de un paisaje infinito. Luego, en las mil y una veces que lo caminaremos, vamos a encontrar una sorpresa, siempre igual, siempre diferente.
“Creo, como antes, que la palabra renace en el aire, al pronunciarla. Por esto, leer en voz alta el poema, nos ayuda a comprenderlo, a sentir su cadencia, su atmósfera, su volumen.
La relectura del poema en la sombra íntima, iluminada por la música de la palabra, nos devuelve a la realidad más concreta, a la realidad de la belleza en comunión. Por esto siempre la buscamos, como se buscan otros labios para ser, así sea por un instante, para siempre.